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"'Eso es todo, amigos': La muerte de Warner Bros y el cine que conocíamos"

El mundo de las películas y las series viven tiempos confusos. Warner Bros, una de las majors fundadoras, salió a la venta. Netflix y Paramount ofertan por la casa de Bugs Bunny en un drama económico que escala hasta el presidente Donald Trump. Con un panorama más confuso que nítido, no solo estamos ante la muerte de un gran elefante de la industria, sino también ante una adquisición que puede significar un golpe de esos que dejan aturdido para el entendimiento que tenemos del cine. Pero antes, vamos al inicio.

Warner no vivía sus mejores momentos. Arrastraba una deuda enorme y su apuesta por el servicio de streaming no había resultado como esperaba. Ahí apareció Paramount, que hace poco se había fusionado con Skydance. Tocó la puerta de la gran W y preguntó si les interesaba una venta o una fusión. "Warner no está a la venta" gritó Batman. "Todo tiene un precio" respondió Bob Esponja. Un tira y afloja se inició con ofertas no formales y conversaciones de lobby.

Algo se movió en la mesa directiva de Warner, y esta se abrió a la opción de vender. Ahí apareció Netflix, por la espalda, con una oferta que no se podía rechazar. Warner negoció sin decirle nada a Paramount, mucho menos a Comcast, Amazon o Apple que también levantaron el teléfono para preguntar. Venta millonaria, enojo de Paramount y una oferta hostil mucho mayor que dejó a Warner en medio del ruedo de una batalla financiera.

Pero, ¿qué significa que Warner llegue a Netflix? No solo hablamos del mayor catálogo de todos los servicios de streaming. Hablamos de una mina de oro para Netflix. A la gran N le ha costado crear franquicias exitosas. Más allá de los fenómenos de Stranger Things, La Casa de Papel y El Juego del Calamar, la construcción de universos compartidos y franquicias espectaculares le ha sido bastante esquiva. Con la compra, su catálogo de opciones crece inconmensurablemente. El Señor de los Anillos, Harry Potter, DC Comics, Matrix, Dune, Godzilla e incluso Scooby Doo. Una fuente inagotable donde echar mano.

Pero, a mi parecer, hay dos problemas clave. Primero. ¿Quién está a cargo de esa fuente inagotable? Este año fue especialmente bueno para Warner Bros. Minecraft es la tercera película más taquillera del 2025; Superman dominó la conversación superheroica; F1 y El Conjuro 4, con opuesta calidad, recaudaron millones; Sinners y Una Batalla Tras Otra se posicionan como infaltables en las temporadas de premios; Weapons fue el fenómeno del terror; la saga de Destino Final fue revitalizada. ¿La relación entre todas? Todas pasaron por el cine.

Y es que las visiones de Netflix y Warner sobre la industria están en caminos opuestos. En el corto plazo, Warner tiene un acuerdo cerrado para estrenar en cines hasta 2029. Por lo demás, Netflix aseguró que, de momento, mantendrá HBO como plataforma y respetará la larga tradición del paso por salas de cines. Pero ¿será tan así? Puede que a partir del 2030 la idea cambie. Sindicatos y operadores de sala han mostrado su resquemor de que Netflix absorba Warner. Es sabido lo intrascendente que resulta para Netflix el paso de sus producciones por las salas. Todas quedan en un focalizado y express estreno para poder optar a los premios (La Academia pide un mínimo de proyecciones en sala para optar por un Oscar).

La institución que tanto defendemos a capa y espada -ir a las salas de cine- está ad portas de recibir un golpe devastador. Warner, con más de un siglo de historia es sinónimo de la magia de ver una película en pantalla gigante. Casablanca, El Mago de Oz, Más corazón que odio, Cantando bajo la lluvia, El Exorcista, Batman, ¿Qué pasó ayer?, Mad Max, la constitución generacional del séptimo arte se rige bajo el legado de Warner. Cada vez que veamos Frankenstein, Sueño de trenes o Guerreras K-Pop y aparezca una gran N antes de comenzar la película, habremos de cuestionarnos si la filosofía del sofá ganó la lucha.

Por otro lado, la compra incluye la prestigiosa marca de HBO. Por años, esas tres letras fueron sinónimo de éxito, calidad y sorpresa. Bajo ese sello se construyó la tercera edad de oro de la televisión. Los Sopranos, Juego de Tronos, Succession, The White Lotus, Sex and the City. HBO es un sello arriesgado: la esencia del drama televisivo, de la lenta cocción, de privilegiar la calidad del producto sobre los índices de popularidad. Netflix tiene otro método de trabajo. Sus series son seguras, masifican sus fortalezas y reducen riesgos. Son hits mundiales, pero vale la pena preguntarse cuántas series originales calaron en la memoria colectiva. De hecho, las más emblemáticas como puede ser La Casa de Papel, se recuerda en conjunto con sus evidentes fallos. "Una serie para tener de fondo". Si Netflix toma el control del área creativa de HBO, nos despedimos de la idea de ver series como The Wire, True Detective o Task. Si la serie más revolucionaria de Netflix fue cancelada. Si lo hicieron con Mindhunter lo harán con gran parte de los borradores de HBO.

Entonces… ¿Qué hay de nuevo, viejo? Netflix hoy tiene pocas películas anteriores a 1990 en su catálogo. Ha demostrado una insensibilidad asfixiante al eliminar producciones originales (Black Mirror: Bandersnatch entre ellas, borrando su existencia del catálogo y de la memoria colectiva). Incluso si Paramount logra quedarse con Warner, no se resuelve el problema monopólico. La compra de Warner por parte de Netflix hace a la gran N roja imbatible. Si lo hace Paramount, suma dos grandes conglomerados al control Trump.

Bichos raros con servicios de streaming bajo su poder buscan cambiar la forma de consumir y vivir el arte. Nos están ganando. Tal vez solo nos queda despedirnos del cine como lo conocemos. "Eso es todo amigos"

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