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Columna de Mauricio Morales: "Boric en su hora triste"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

El Presidente se encuentra en un proceso muy difícil: Despojarse de las creencias y valores que empujaron su candidatura presidencial y el movimiento social que acompañó al estallido de 2019. La rebeldía, que era vista como un atributo de los entonces “jóvenes soñadores”, hoy es percibida como una señal de irresponsabilidad.

La refundación, que tenía como propósito construir un Chile más justo y solidario, es interpretada como una aberración. La simbología del "perro matapacos", que era el punto de unión para quienes veían en Carabineros un verdadero enemigo, hoy recibe un repudio transversal de parte importante de la clase política. Los indultos, que tenía el afán de liberar a los presos de la revuelta que lucharon contra el sistema, se consideran un verdadero error, especialmente el de Luis Castillo. El Presidente, en consecuencia, se enfrenta a una etapa de arrepentimiento público. No es sencillo mirar hacia atrás y que ahí aparezcan más errores que aciertos, más vergüenza que orgullo, y más pena que alegría.

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Pero estos procesos son así. Le ha pasado, en mayor o menor magnitud, a todos los Presidentes de la República. Patricio Aylwin siempre recordó con dolor los sucesos del 11 de septiembre de 1973, y la responsabilidad que personalmente le pudo caber. El Presidente Frei probablemente aún se pregunte qué de malo hizo su gobierno para que la Concertación perdiera un millón de votos a mediados de su gestión. El Presidente Lagos debe estar arrepentido de no haber sido suficientemente duro cuando bajo su mandato se produjo el MOP-Gate. La Presidenta Bachelet debe estar pensando en qué minuto se le pasó por la cabeza cambiar la Constitución, con todos los problemas que esto produjo a la larga. Y el Presidente Piñera, que en su hora más aciaga, tuvo que abrir un proceso constitucional producto de la violencia callejera, llegando incluso a celebrar una marcha de más de un millón de personas, que implicó destrozos a bienes públicos y privados. Lo que vino después fue una gran tragedia para Chile.

 

 

Por tanto, lo del Presidente Boric no es algo tan extraño. Ciertamente, llama la atención por la rapidez de los eventos, pero es normal que los mandatarios se vayan despojando de los aspectos negativos de su vida política. Lo que preocupa es cuando tales aspectos dañan al gobierno. En este caso, particularmente, la reciente Cadem muestra al Presidente con solo un 24% de aprobación. Pero eso no es lo más doloroso. Si se mira el desagregado por nivel socioeconómico, los que más apoyan a Boric provienen de segmentos acomodados. Esto es un misil a la línea de flotación de un programa de izquierda.

Mientras el 50% de los encuestados del sector alto dice “No me gusta el Presidente Boric y creo que ha hecho un mal gobierno”, la cifra crece a 54% en los sectores medios y a 66% en los segmentos más bajos. Basta recordar que a la Presidenta Bachelet le pasó todo lo contrario, generando un fuerte vínculo con los más pobres, especialmente con las mujeres. A Boric, en cambio, solo le queda el respaldo de los jóvenes y de los grupos de mayores ingresos.

Mientras Bachelet representaba al verdadero pueblo que la propia izquierda define, Boric aún no recupera esos apoyos naturales que le dieron la amplia victoria sobre Kast en la segunda vuelta de 2021. Incluso, dentro de su propio sector, Boric recibe un rechazo del 20% aproximadamente, tanto del grupo de electores de izquierda, como de sus propios votantes. Alguien dirá que Lagos terminó su mandato con una estructura de apoyo similar, siendo más fuerte en los estratos de mayores ingresos. La diferencia, es que Lagos cerró su gobierno con niveles de aprobación de más del doble respecto a Boric.

En esta hora crítica el Presidente debe demostrar de qué está hecho. No importa si por delante se lleva algunas convicciones personales y de su sector. Esto lo alejará de su 30%, pero en una de esas comienza a avanzar hacia votantes que lo miraban con recelo, pero que más adelante creerán firmemente en sus cambios políticos e ideológicos.

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