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Columna de Mauricio Morales: "¿El último baile de Michelle?"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

La última encuesta Cadem muestra muy consistentemente que la lucha por la presidencial 2025 es entre Evelyn Matthei y José Antonio Kast. Sin embargo, creer que esa será la segunda vuelta resulta un tanto arriesgado. La centroizquierda, presa de un gobierno de baja valoración ciudadana, no cuenta con liderazgos fuertes, pero sí con una trayectoria electoral que fluctúa entre el 40% y el 50% de los votos. Por tanto, en la medida en que se acerquen las elecciones presidenciales, lo esperable es que ese voto de centroizquierda se vaya ordenando detrás de alguna figura del sector. El panorama actual, eso sí, indica que los candidatos de centroderecha suman 42% y que los de centroizquierda apenas acumulan 14%. El primer lugar lo ocupa Matthei con un 24%, seguida de Kast con 14%, y Michelle Bachelet con 7%.

Evidentemente, faltan varios meses para la elección, pero mucho ojo con los tiempos. El 9 de junio tenemos las primarias locales y el 26-27 de octubre las elecciones de alcaldes, gobernadores, concejales y consejeros regionales. A esas alturas, es muy probable que Matthei se esté sacando fotos con los candidatos de Chile Vamos y que Kast esté haciendo lo propio con los candidatos de Republicanos.

LO ÚLTIMO

Luego de esas elecciones, ya entramos en la arena presidencial de cara a las primarias de mediados de 2025. Por tanto, si bien restan meses para dar inicio formal a la carrera por La Moneda, los jugadores ya comienzan a calentar. ¿Qué sucede en la centroizquierda? Poco. Desde el gabinete del Presidente Boric solo asoman las eventuales candidaturas de Camila Vallejo y Carolina Tohá. Hasta el momento, Vallejo ha descartado ser candidata, teniendo como meta acompañar a Boric hasta el último día de mandato. Tohá no lo ha descartado aún, y el PS aspira a competir con uno de los suyos en esas difíciles elecciones presidenciales.

¿Qué pasa con Bachelet? Recientemente, ha expresado su preocupación por el estado de la democracia chilena. Cada vez que la expresidenta habla, es noticia. Por tanto, y a diferencia del Presidente Lagos, que decidió restarse de la contingencia, Bachelet parece estar mucho más activa. Esto no quiere decir que necesariamente vaya a ser candidata, pero su sola presencia produce cierta inquietud en las filas opositoras. ¿Podría ser 2025 el último baile de Michelle? Mi repuesta es sí, y tengo seis argumentos.

 

 

Primero, es la figura más reconocida del sector y, al menos, en el Socialismo Democrático, genera admiración y respecto. Segundo, si bien solo registra 7% de intención de voto, lo ha hecho con una participación más bien marginal en la política contingente, sin perjuicio que -como señalé- cada intervención suya produzca noticia. Tercero, su principal temor es que pueda ganar la derecha radical, por lo que -no me cabe duda- estaría dispuesta a competir si ese temor comienza a hacerse realidad. Cuarto, la centroizquierda carece de liderazgos etarios intermedios, destacando solo dos que vienen de la denominada generación perdida: Tohá y Elizalde. Quinto, si bien no fue exitosa en su apoyo a la opción “Apruebo” en 2022 -que era un texto muy difícil de defender- sí incidió en la apabullante victoria de Boric en la segunda vuelta de 2021. Sexto, Bachelet podría reencantar a sus antiguas bases electorales compuestas, predominantemente, por mujeres y sectores populares, quienes podrían ser aún más decisivos en el contexto del voto obligatorio.

Por cierto, no estoy diciendo que vaya a ser la candidata del sector, ni mucho menos que vaya a ganar. Solo planteo que su candidatura no es descartable y que Bachelet, en su calidad de líder indiscutida de su sector, podría dar ese “último baile” si siente que el país corre el riesgo de caer en manos de políticos con escaso compromiso democrático.

Bachelet, entonces, sería una candidatura de emergencia que, incluso, podría estar dispuesta a perder a cambio de no entregar la agenda de discusión nacional a los candidatos de derecha. En política, no se trata solamente de dar la pelea electoral, sino que también de evitar que el debate público sea protagonizado por quienes representan las ideas opuestas.

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