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Columna de Mauricio Morales: El día en que nos jugamos la vida, ganó el Rechazo

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

Mañana lunes se cumple el primer año de aniversario del triunfo del Rechazo. Con un impresionante 62% se impuso en un plebiscito que, en principio, parecía imposible de ganar. La Convención Constitucional de la época tenía el control total, con una izquierda que semana a semana subía la apuesta: Derechos sociales garantizados, estado plurinacional, territorios autónomos, eliminación del Senado, entre otras cosas.

Era un penal sin arquero. La derecha estaba en minoría política, social e ideológica, por lo que era una presa fácil para la imposición de un texto constitucional que, para ser bien claro, ponía en riesgo la democracia y la estabilidad del país.

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Nos ofrecían otro Chile, dibujado casi desde la lucha de clases y con un discurso refundacional que producía más terror que esperanza. Adicionalmente, algunos miembros de esa Convención se encargaron de generar desconfianza en el proceso. No me refiero solo a los escándalos, sino que principalmente a los actos de funa y cancelación hacia quienes intentaron redactar un texto más moderado y acorde a las expectativas de los chilenos.

El resto de la historia es conocida. Recuerdo perfectamente los datos de algunas encuestas que circularon un par de días antes del plebiscito. Todas indicaban que el resultado sería favorable al Rechazo, pero que la distancia con el Apruebo se había reducido en comparación con mediciones previas. Además, existían estimaciones basadas en Google Trends que anticipaban un claro triunfo del Apruebo. Desconozco el algoritmo utilizado por quienes hicieron este pronóstico, pero evidentemente no funcionó. Sin embargo, en medio de la incertidumbre era un dato que no podíamos desestimar, y que nos servía para llegar al día del plebiscito con cierta mesura respecto a nuestros pronósticos. El ambiente era de tensión extrema, y cualquier información se tomaba casi como verdadera.

Y llegó el día. A primera hora de ese 4 de septiembre ya teníamos la contabilización de parte del voto de los chilenos en el exterior. Lo primero que me llamó la atención fue la reducción de la brecha entre el “Apruebo” y el “Rechazo” en comparación con la ventaja que le sacó Boric a Kast en la segunda vuelta. No era un dato que pudiésemos interpretar como un buen predictor de lo que pasaría en el país, pero de todos modos era una señal de que, al menos, la izquierda había perdido fuerza.

En Magallanes cerraron las primeras mesas y el resultado fue desolador para el Presidente, pues el Rechazo se imponía con un 60% sobre el Apruebo. De ahí en adelante, se consolidó una histórica paliza electoral. El Rechazo ganaba en todas las regiones y casi en todas las comunas, independiente de su nivel de ingresos, ruralidad o distancia con algún centro urbano. ¿Qué hacíamos ahora? ¿Nos quedábamos con la actual Constitución o iniciábamos un segundo proceso? En ese momento no había una respuesta clara, pero la elite tenía toda la intención de generar nuevas reglas para ir por esa segunda oportunidad.

Y en eso estamos ahora. Si bien Cadem muestra un avance del “A favor”- que llegó a un 30%- sigue estando muy lejos del “En Contra”, que marcó 53%. Los debates en el Consejo Constitucional siguen prendidos. Republicanos bajó una serie de enmiendas cuyo propósito es facilitar el diálogo, pero la izquierda no acepta que el rodeo se haya constitucionalizado ni que se haya aprobado la exención del pago de contribuciones para la primera vivienda.

Ciertamente, ambas normas deben revisarse cuando se produzca la votación en el pleno, pero convengamos una cosa. Es muy distinto discutir sobre el rodeo y las exenciones en el pago de las contribuciones que hacerlo sobre un sistema político no probado y que implicaba serios riesgos para la estabilidad de nuestra democracia. El 4 de septiembre de 2022 nos jugamos la vida y estuvimos en peligro. El 17 de diciembre de 2023, en cambio, decidiremos si el proceso se cierra de una buena vez o si el debate continúa.

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