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Vive en una residencia para ancianos, pero tiene 38 años: Le salía más barato que arrendar un departamento

Los altos costos de arriendos o dividendos son un problema que no solo afecta a los chilenos, sino que a los jóvenes de gran parte del mundo. Por ello, muchas personas buscan alternativas más económicas para independizarse y sobrevivir en el intento.

Es el caso de una mujer australiana de 38 años que decidió irse a vivir a una residencia de ancianos, aprovechando que era más barato que comprar o arrendar una propiedad. A pesar de que muchas personas le dijeron que era una mala idea, su experiencia ha sido muy buena.

Más barato que un arriendo

La mujer contó su historia en el portal Bussiner Insider y reveló que vivía junto a su expareja, pero tras terminar una larga relación decidió comenzar su vida desde cero. Mientras buscaba un departamento para arrendar, estuvo viviendo en un Airbnb por dos meses, ya que un arriendo de un departamento en Melbourne costaba entre 2.800 a 3.200 dólares australianos (entre 1,7 a $2 millones).

"Un fin de semana visité a una de mis tías favoritas en su residencia de ancianos y, como quien no quiere la cosa, le expliqué que estaba buscando casa. Me contó que había una unidad disponible a pocos minutos de su casa y buscaba inquilino", recordó. Al principio pensó que la idea era una locura y que era imposible que la aceptaran por su edad, pero su tía le dijo que se hacían excepciones.

"No estaba segura de cómo me relacionaría con los vecinos mayores ni con las normas, como los límites de tiempo para las visitas y los horarios de silencio, ya que nunca he sido muy estricta con las normas. Aun así, después de mucho convencerme, presenté la solicitud, que incluía una breve carta explicando mi situación", detalló.

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Un cambio de vida

Luego de seis semanas le aprobaron la solicitud y se fue a vivir al hogar de ancianos. Desde un principio la recibieron de buena forma: "Mis días suelen empezar igual. Me despierta el tenue sonido de los clásicos de mi vecino. Tomo café mientras leo el periódico, disfruto de un paseo y veo a algún gato tomar el sol de vez en cuando".

Durante su estadía comenzó a tomar clases de yoga, andar en bicicleta, jugar con los ancianos y durante las tardes trabaja como freelance. 

"Llevo poco más de un año viviendo en la residencia de ancianos. He dejado de considerarla un trampolín hacia un lugar mejor y ahora la veo como mi hogar. Nunca me he sentido fuera de lugar, y vivir con gente que no tiene prisa ni está obsesionada con la tecnología ha sido excelente para mi salud mental. Es una especie de refugio", sinceró.

"He encontrado una paz inmensa aquí, y es mi definición de una vida maravillosa. Cada miércoles por la mañana, cuando me uno a mis vecinos canosos para jugar al bingo, me doy cuenta de que es la mejor decisión que he tomado", concluyó.

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