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"Gobernar es fracasar": Mauricio Morales y su análisis de la encuesta Cadem por labor del Gobierno y el presidente Boric

¿Qué pasó?

El académico de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, analizó los resultados de la Encuesta Plaza Pública de Cadem de este domingo 15 de enero, donde volvió a referirse ala labor del Gobierno y del presidente Boric. "Gobernar es fracasar", tituló su columna.

El análisis de Morales

La última Cadem es lapidaria. Se mantiene el 70% de desaprobación al presidente, mientras que la aprobación apenas alcanza un 25%. Pero eso no es lo peor. El gobierno está tomando decisiones que van a total contrapelo de la ciudadanía.

En materia de indultos, por ejemplo, un 72% los rechaza cuando se trata de los condenados por delitos cometidos en medio del estallido social, mientras que en el caso del exfrentista, Jorge Mateluna, la cifra se eleva a 81%. Como si todo esto fuera poco, solo un 17% cree oportuno mantener los indultos en el primer caso, y un 20% en el segundo. ¿Por qué llegamos a esto?, ¿qué llevó al gobierno a tomar una decisión suicida en plena crisis de seguridad pública?, ¿podrá salir victorioso de las acusaciones constitucionales que están en marcha?.

Vamos por parte. La primera tesis es que el presidente no recibió información completa, que algo pasó en el ministerio de Justicia y en el gabinete presidencial que llevan, incluso, a sospechar de una suerte de engaño al mandatario. Es decir, Boric firmó indultos habiéndosele escondido información clave. La segunda tesis es la de la “incompetencia”. Simplemente, hubo una seguidilla de errores y desprolijidades que llevaron al presidente a firmar indultos que traían problemas de origen. Alguien falló, se equivocó, o se traspapeló, y los decretos llegaron al escritorio del Mandatario en esas condiciones. El presidente confió en la asesoría técnica y firmó sin preguntar. La tercera tesis- la más grave de todas- es que acá no hubo errores ni desprolijidades. El presidente firmó los indultos conociendo todos los antecedentes, y primó su convicción por sobre cualquier otra cosa. Es la tesis menos plausible, pero que debe ser, al menos, mencionada.

Independiente de cuál sea el resultado de la investigación vinculada a los indultos, lo cierto es que la primera gran desprolijidad es responsabilidad exclusiva del presidente. Aún no se entiende cómo tomó una decisión de esta envergadura en medio de una crisis de seguridad pública y en las tratativas para constituir una mesa junto con la oposición para tratar este asunto. ¿Es una conducta suicida? Sí. ¿Tiene alguna racionalidad? Cuesta encontrarla.

Mientras tanto, el capital político del presidente está reducido a su electorado de la primera vuelta presidencial, según nos muestra Cadem. Pero eso no es todo. El gobierno ha tenido un año plagado de fracasos. Primero, el plebiscito constitucional. Parte del gabinete -un ministro en específico- se encargó de expandir la idea de que el Apruebo saldría con la victoria entre las manos. Nada más lejos de la realidad. Segundo, fracasó en sus primeros intentos para instalar una agenda de transformaciones. Todavía no sabemos el destino que tendrá la reforma tributaria y, mucho menos, la reforma previsional. Tercero, fracasó en su diseño original de gabinete, entregando mayor protagonismo al socialismo democrático en desmedro de su coalición de origen, Apruebo Dignidad. Cuarto, fracasó en la nominación del Fiscal Nacional, inclinándose ante el Senado con la elección de Ángel Valencia. Quinto, fracasó -o está fracasando- en su intento de competir en una lista única para la elección de consejeros constitucionales.

¿No será demasiado? Gobernar es fracasar, pero a veces. Todos los gobiernos tropiezan y se frustran, pero lo preocupante es acostumbrase a una normalidad nociva para el país. Este año probablemente el gobierno fracasará en la elección de consejeros constitucionales, pero en algún minuto deberá levantar cabeza. Esto no pasa por un cambio de gabinete, sino que por un cambio en el estilo presidencial, abandonando la idea de transformaciones estructurales y concentrándose en cambios concretos y factibles de ser aprobados por el Congreso. Nada más.

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