Logo Mega

Este aviso se cerrará en segundos

La Vida de Chuck: El giro más humano de Mike Flanagan sobre Stephen King

Stephen King es sinónimo del terror moderno. Autor de una infinidad de historias clave para comprender la cultura del miedo actual, es una figura fundamental de la literatura del género y creador de los miedos generacionales de millones. Su legado se ha expandido gracias a las adaptaciones cinematográficas de sus obras: desde El Resplandor hasta El Mono, desde Cementerio de Mascotas hasta It.

Mike Flanagan, por su parte, es una voz contemporánea del terror. Director de las cuatro series más inquietantes del catálogo de Netflix (Hill House, Bly Manor, La caída de la Casa Usher y Misa de Medianoche), ha demostrado su talento adaptando novelas con sensibilidad y profundidad. También ha llevado con éxito al “Rey” al cine, con Doctor Sleep y Gerald’s Game como ejemplos sólidos.

Por eso, al hablar de su nueva película basada en un cuento de Stephen King, es importante entender el tono. La Vida de Chuck llegó tímidamente a los cines y es, sin duda, una de las películas más hermosas del año.

King es mucho más que el maestro del terror. De su pluma han surgido dramas inolvidables como The Shawshank Redemption, Stand By Me y La Milla Verde. Obras que revelan su capacidad para explorar la belleza humana. Tal vez porque el amor y el miedo están más cerca de lo que creemos: tememos perder lo que amamos.

Flanagan, aunque no ha transitado otros géneros con la misma amplitud, imprime un marcado carácter dramático en sus historias. Sus series están cargadas de nudos emocionales profundos, y quien diga que no lloró con el episodio 4 de Misa de Medianoche, miente deliberadamente. No sorprende entonces que se entregue por completo a esta historia, dirigiendo una de las películas más conmovedoras del último tiempo.

Durante casi dos horas seguimos la vida de Charles ‘Chuck’ Krantz, un hombre común, pero extraordinario. Lejos de los clichés motivacionales tipo La Vida Secreta de Walter Mitty, esta película se siente como un comercial navideño de Coca-Cola: reconfortante, melancólica y bella. Una reflexión científica y filosófica sobre la muerte, y por extensión, sobre la vida. Flanagan deja de lado el terror para dar rienda suelta a un guion íntimo y sensible, basado en la sólida narrativa de King.

En medio de un internet saturado de análisis, cinismo y videos tipo “Final explicado”, La Vida de Chuck apuesta por la sencillez. No busca abordar conflictos sociales con agudeza ni provocar debates intensos. Su valor está en la pausa, en la contemplación, en la sonrisa que provoca. En un mundo lleno de estímulos y pantallas, esta película es un respiro. Una invitación a mirar el atardecer en medio del caos de nuestras vidas.

La Vida de Chuck se estrena en pocas salas, con horarios difíciles. Mientras tanto, El Conjuro lanza su último capítulo en cientos de salas. Un ciclo sin fin: las películas con menor exposición tienen menos público, lo que perpetúa su invisibilidad. Finalmente, desaparecen de cartelera y se ven mal, en un celular durante un viaje en metro. Volvamos al cine. Intentémoslo, al menos.