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La Zona de Interés: La ganadora del Oscar extranjero

Se quedó con el premio a Mejor Película Extranjera por sobre La Sociedad de la Nieve. Obtuvo el premio a Mejor Sonido por arriba de Oppenheimer. Jonathan Glazer dio uno de los discursos más comentados. Es La Zona de Interés, una de las grandes ganadoras de los Premios Oscar, que llega a Prime Video a finales de marzo.

Dirigida por Jonathan Glazer, director de Under the Skin y Reencarnación, el británico de origen judío alcanzó la gloria con su cuarta película.

La Zona de Interés narra el día a día de una familia alemana que es vecina de uno de los grandes centros de concentración nazi. El patriarca de la familia trabaja dirigiendo el centro de exterminio.

Protagonizada por Christian Friedel y Sandra Hüller (en un papel tan opuesto como maravilloso comparado con el de Anatomía de una Caída), la película se distancia de otras obras que abordan el holocausto. Acá no nos centramos en las víctimas ni en los ejecutantes. Acá nos centramos en una idea terrorífica, en un personaje detestable. El observador que presenció estas atrocidades.

En la familia Hoss, solo el padre está realmente involucrado en la matanza producida por los nazis. El resto de la familia vive en una casa de ensueños, con piscinas y decenas de plantas. Los niños juegan con soldaditos y las sirvientas conversan alegremente. Un perro pasea amistosamente por el lugar (al menos dos películas con Hüller y un perro al año). Glazer construye una especie de casita en la pradera idílica, pero con el trasfondo terrorífico.

De partida porque ya sabemos que ocurrieron en esos campos de concentración, pero además de eso, hay un trabajo de composición en donde siempre que se nos muestra la cotidianidad familiar, el tercio o cuarto más alto de pantalla esconde un poco de los muros de las cárceles nazis, o se ve el humo de los incineradores o se escuchan los gritos o los disparos.

En ese punto radica el porqué es tan correcto el premio a mejor sonido en los últimos premios de la Academia. Hay un trabajo casi de sampleo para esconder o poner en segundo plano las atrocidades de la guerra. Como esa discusión del vecino en la que solo escuchamos palabras sueltas o frases inconexas. No tenemos claridad de qué pasa, pero sabemos que es horrible. Y más horrible es ver a los niños jugando a los soldados con uniformes nazis, mientras del otro lado se escuchan disparos de soldados alemanes reales, los niños no se inmutan, es habitual como el cantar de las aves.

El desprecio con que el personaje de Sandra Hüller toma ropas lindas de mujeres judías, la constante imaginería asesina de Rudolf Hoss o las tardes de pesca van construyendo una rutinaria vida que es sumamente incómoda. Glazer pone en pantalla una maldad terrible, que es la de la indiferencia, de una abstracción moral ante el problema que tenemos en nuestras narices. Por lo mismo, Glazer da el discurso que dio al recibir el premio. Por lo mismo el final de la película.

La Zona de Interés se sustenta en planos largos, fríos y geométricos para adentrarnos a una maldad que se tiñe de una comedia negra super bien lograda. Lleguemos a la conclusión de que ocupar la comedia en una historia sobre el holocausto puede salir muy bien o muy mal. Pero Glazer es un talentazo y logra en momentos hacer ese filtro de cotidianidad con una comedia exquisita.

El retratar el terror fuera de foco, una barbarie que sabemos que existe pero que no vemos es sumamente angustiante y terrorífico. William F. Nolan decía que “no hay nada tan aterrador como lo que nos espera tras la puerta cerrada” y trancar la puerta para que no se abra nunca es aún más terrorífico.

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