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Crítica de Rápidos y Furiosos 10: abrazando lo absurdo

Nunca un chiste había llegado tan lejos. Sin que nos diéramos cuenta, la saga de Rápido y Furioso llegó a 10 películas y cosechó un dinero inimaginable para un simple mortal. Conviviendo entre la autoparodia y la renovación del cine de acción, llega el inicio del fin de esa saga que pasó de ser sobre carreras de autos con nitro a ladrones internacionales motorizados. Vimos Fast X y nos gustó.

Bueno, nos gustó dentro de los parámetros de Rápido y Furioso. Pero antes de eso, debemos conocer cómo llegamos hasta aquí. Rápidos y Furiosos comenzó en 2001 como una película sobre carreras de autos clandestinas, algo ajeno a la industria del cine hasta ese momento (excepto por el antecedente de la japonesa Shuto Expressway Trial). La idea de autos corriendo duró hasta la tercera entrega, cuando la franquicia fue tomada por Justin Lin, quien le dio un carácter de acción pura y dura.

Una especie de Misión Imposible con autos y desafíos a las leyes físicas, que culmina en una décima película dirigida por Louis Leterrier. Esta película marca el final de la franquicia, o al menos el inicio del final. Fast X: Parte 1 (pensada como una trilogía) reúne a casi todos los personajes que han desfilado por la pantalla en una sobrecargada acción llena de nitro y estrellas del cine de acción. Una saturación real, por ejemplo, el grandísimo Jason Statham aparece no más de 10 minutos en toda la película. ¡PECADO! (aunque es suficiente para dejar los mejores golpes del año).

Ese es el problema cuando tus villanos se convierten en aliados en la siguiente película, todos pasan a ser parte de La Familia, hay espacio para todos. Aunque Louis Leterrier hace algo muy inteligente para mover a tantos personajes y figuras dispuestas en pantalla. Como en una película de los Vengadores, Rápido y Furioso separa a sus personajes y les asigna misiones individuales, de esta forma es más fácil ir saltando de escenario en escenario hasta el inevitable encuentro de todos.

Hablando de villanos, Jason Momoa es el gran malvado de esta etapa final. Un personaje directamente relacionado con la película 5. Resulta que el personaje de Joaquim De Almeida (el villano de esa película) tenía un hijo, que siempre estuvo ahí, pero nunca lo vimos. Ahora regresa con sed de venganza contra Toretto y su familia. Momoa, completamente entregado al papel, construye un villano loco, extravagante y un poco perturbador (hay una escena con unos cadáveres que revuelven el estómago).

Aparte de eso, tenemos un festival de actores en esta saga. Veamos. Los clásicos Vin Diesel, Michelle Rodriguez, Sung Kang, Tyrese Gibson, Nathalie Emmanuel y Ludacris. Un John Cena con una habilidad para la comedia inédita. El mejor luchador del cine actual como Statham. La presencia física de Alan Ritchson. Las leyendas de Charlize Theron, Helen Mirren y Rita Moreno, la inclusión de Brie Larson y el ya mencionado Jason Momoa. ¡Deberían sentir vergüenza de tener un reparto así!

Quizás lo que Rápidos y Furiosos hace mejor es entregarse a su esencia y abrazar lo absurdo, entender sus límites y explotar sus fortalezas. La película construye una carrera constante que empuja los límites de la acción cada vez más, como si se tratara de una apuesta interna. ¿Hasta dónde podemos llevar a un conductor de auto? ¿Qué podemos hacer explotar?

El hecho de no tomarse en serio y definirse como un producto de entretenimiento momentáneo permitió que Rápidos y Furiosos se convirtiera en la saga de acción más importante de los últimos años. Alejarse de la perfección para acercarse al consumo despreocupado de fin de semana. Hay errores, los vemos, pero somos más permisivos, después de todo, es una película que se nos olvida en cuestión de horas. Sin embargo, nos emocionamos y nos alegramos cuando vemos a Toretto pisar el acelerador a fondo. Somos y seguiremos siendo sus copilotos, ya sean 20 películas más.