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Comentario de películas: El Menú

  • Preparar los ingredientes

Podríamos hablar del director Mark Mylod, mal que mal, es el hombre detrás de todos los espectaculares finales de temporada de Succession. O tal vez lo conocen por dirigir los correctísimos episodios de The Broken Man y Son of the Harpy en Game of Thrones. El talento está. Pero en esta oportunidad vamos a hablar de Adam McKay, productor de The Menu y director de Don't Look Up, Vice, Anchorman y The Big Short.

McKay se ha convertido en uno de los grandes nombres de la comedia estadounidense, más bien de la comedia negra. Productor de la misma Succession, McKay maneja la ironía y el absurdo de una manera sublime, como quien corta cebolla en juliana sin mirar. Nombre clave para entender el tono y la gracia de El Menú.

  • Precalentar el horno

The Menu inicia con un variopinto grupo de personajes que se aventuran a la isla del gran Chef Slowik, interpretado por el gran Ralph Fiennes. La promesa de vivir una experiencia gastronómica como ninguna otra empuja a nuestros protagonistas Tyler y Margot, Nicholas Hoult y Anya Taylor-Joy respectivamente, a codearse con personajes tan alocados e intensos como ellos mismos.

El horno a 140 grados, queremos que se cocine lento. La película pareciera ser una película gastronómica como tantas hay, de esas que alimentan más el apetito que algún sentimiento especial. Al corazón se llega por el estómago, dicen. Pero la presión va subiendo, el calor aumenta y The Menu se comienza a transformar en un thriller de suspenso, con una pizca de terror, acompañado con una guarnición de humor negro, el mismo humor negro que caracteriza la carrera de Adam McKay.

  • Cortar la carne

The Menu es por sobre todas las cosas una crítica solapada a las clases sociales y la burguesía. Mylod sienta a todos en la misma mesa para desmembrar a las clases altas y al jet-set. De paso, repasa la alta cocina. En un mundo en que el arte de cocinar está en su mejor momento (con programas de TV y películas) la posición de chef se hace más universal. Con ello, los grandes chefs se convierten en deidades, en seres moralmente superiores por hacer pequeños platos gastronómicos.

El personaje de Fiennes es un egocéntrico y déspota. Sumamente cruel que ve cómo por su mundo, su cocina, pasean seres mundanos con el más mínimo talento. Ante la idea de la compra de experiencias, y con ella la de validarse como individuos, la película se hace un molido de carne.

  • A fuego lento

La gran fortaleza de El Menú es el tono in crescendo que tiene. Sube sus niveles de presión e incomodidad entre los personajes. La película camina con intención y un poco de candidez entre la tensión y el pánico. A medida que el pasado de los personajes invitados a la cena va saliendo a flote, el pavor se va apoderando de ellos, pero jamás explota. El maíz no se vuelve pop-corn.

  • Emplatar

El Menú se vuelve una pesadilla gastronómica y como un plato agridulce se combina a la perfección con el humor negro apetitoso. Por momentos no se toma en serio a sí mismo y a la larga termina siendo una ventaja. El Menú no viene a reformar el cine ni mucho menos. Tiene cosas muy cercanas a La Invitación del 2015 y Mercader de la Muerte de 1973. No es un plato de un restaurante con 5 estrellas Michelin, pero tampoco es una hamburguesa de comida rápida. El Menú, al igual que la venganza, es un plato que se sirve frío.

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