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La cruda historia de Dorothea Puente, la "dulce anciana asesina" que mató a sus huéspedes para enterrarlos en su patio

  • Por Matías González Olguín

Historias de asesinos seriales hay muchas, pero ninguna tan particular como la de Dorothea Puente: una carismática y dulce anciana que ocultaba ser un demonio sin piedad.

Netflix retrató sus peores crímenes en la miniserie "Worst Roommate Ever" ("Los peores inquilinos del mundo", en español), aunque no hizo lo mismo con sus terribles años de infancia y adolescencia, periodos que explican por qué se convirtió en una cruel asesina.

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Según muestra la plataforma de streaming, la mujer tenía una pensión y hospedaba a adultos mayores en vulnerabilidad social o psicológica. Todo parecía tranquilo al comienzo de los días, pero misteriosamente sus arrendatarios desaparecían.

Con el transcurso de los meses y tras una serie de dudas y mentiras para encubrir la enigmática desaparición, se descubrió que la tierna abuela los asesinaba y enterraba sus cuerpos en el patio de su casa de huéspedes. En total, siete cadáveres fueron hallados por la policía.

¿Cómo se convirtió en una temible asesina en serie? ¿Qué pasó con sus padres? ¿Qué abusos sufrió cuando era niña? Todos esos detalles revelan la verdadera identidad de esta dulce, pero temible abuela criminal.

Infancia y adolescencia

Un 9 de enero de 1929, en California (Estados Unidos), nacía Dorothea Helen Gray, la sexta de siete hermanos que a temprana edad perdió a su padre, tras fallecer por tuberculosis. Antes de cumplir los 10 años de edad, enfrentó los problemas ocasionados por su madre Trudy, quien consumía alcohol frecuentemente.

Según consignan medios internacionales, la progenitora fue acusada de abusar física y psicológicamente de su hija. El supuesto calvario familiar de Dorothea terminó cuando la mujer murió en un accidente en motocicleta.

Con ambos padres fallecidos, los hermanos fueron enviados a una red de servicios sociales. A raíz de los presuntos abusos sexuales que ocurrían en el lugar, a sus 16 años escapó hacia Washington para dejar atrás esa vida de sufrimiento.

 

Dorothea con uno de sus hermanos. Créditos: Netflix.
Dorothea con uno de sus hermanos. Créditos: Netflix.

 

 

Inicios en la prostitución y crímenes

Sin embargo, su vida no hizo más que empeorar. En la capital estadounidense, Dorothea ejerció la prostitución a muy temprana edad. En 1945, cuando todavía tenía 16 años, contrajo matrimonio con el soldado Fred McCall y tuvo dos hijas: una quedó a cargo de familiares, mientras que la otra fue dada en adopción.

Esa relación marital duró pocos años. Tras divorciarse, debutó como criminal especializada en la falsificación de documentos y cheques. Por este delito estuvo un corto tiempo en prisión. Cuando fue liberada volvió a California, no por una revancha, sino que para profundizar su pesadilla.

"Mentirosa patológica"

La mujer se casó por segunda vez, ahora con un marino sueco. Al hombre le inventó una identidad falsa, asegurando que era musulmana y que tenía ascendencia egipcia.

Debido a los constantes viajes de su marido, la mujer cayó en el alcohol, protagonizó episodios de infidelidad y gastó su dinero en apuestas. Tales hechos motivaron su ingreso a una clínica, donde fue diagnosticada como una "mentirosa patológica". 

Una vez dada de alta, en 1960 nuevamente estuvo en la cárcel, acusada por el delito de tráfico de personas al interior de un prostíbulo. Apenas estuvo 90 días tras las rejas.

Su hostal de asaltos y asesinatos

Con 31 años, la mujer se mudó a la ciudad californiana de Sacramento para iniciar un negocio legal, pero cuestionable si se consideraba su amplio prontuario. Abrió una pensión y se transformó en tutora de adultos mayores o de personas con trastornos mentales. 

Bajo esta función, podía cobrar los cheques que otorga el Estado a quienes brindan alojamiento y alimentación a las personas de escasos recursos. Mientras desempeñaba esta función, se casó por tercera vez y obtuvo el apellido con el que es recordada actualmente: Dorothea Puente.

A partir de la década de los 80 comenzó a reunirse con hombres en bares: los seducía para conocer sus departamentos, ahí les daba sedantes para dormirlos y robarles su pertenencias de valor. Por eso, estuvo presa durante tres años.

El inquilino que derrumbó la fachada de Dorothea

Durante esa década, la mujer concretó sus intentos de abrir una pensión. La contingencia la ayudó, porque en Sacramento aumentaron los índices de personas en situación de calle. El gobierno estadounidense de ese entonces las ayudó, enviándolas a residencias que fueran supervisadas por agentes de servicios de salud mental.

En ese contexto aparece Judy, una trabajadora social que conocía a Álvaro González Montoya, apodado como "Bert", un costarricense que vivía en la calle y que estaba diagnosticado con esquizofrenia. Él fue destinado a la pensión de Dorothea.

 

Álvaro González Montoya, apodado como
Álvaro González Montoya, apodado como "Bert". Créditos: Netflix.

 

Todo partió muy tranquilo, pero a Judy le pareció extraño no tener noticias de "Bert". La dueña de casa le dijo que él ya no estaba en la pensión, porque fue recogido por su familia tras estar unas semanas en México.

Como la profesional conocía a otro huésped, John Sharp, comenzó a investigar qué sucedía realmente. El hombre le confesó que nadie había viajado a México y que Puente estaba haciendo muchos hoyos en su patio trasero.

Asustada, Judy interpuso una denuncia por la desaparición de González Montoya, así que las autoridades llegaron hasta el alojamiento y revisaron todos los rincones de la vivienda, incluyendo la realización de excavaciones.

 

La pensión de Dorothea Puente. Créditos: Netflix.
La pensión de Dorothea Puente. Créditos: Netflix.

 

Fue así como encontraron los cadáveres de siete personas, entre ellas "Bert", enterrados por todo el patio. Las víctimas fueron inquilinos de la demoniaca mujer, quien cobraba sagradamente los cheques del seguro social.

La investigación arrojó que la anciana ocupó estupefacientes y tranquilizantes mediante la comida y bebida. Por eso, fue condenada a cadena perpetua, pese a que nunca confesó que los había asesinado.

La triste y horrenda vida de Dorothea Puente se apagó el 27 de marzo de 2011, cuando murió a sus 82 años de edad.

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