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Columna de Mauricio Morales: "Kast y los debates"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

No cabe duda alguna de que Kast es un candidato extraordinario. Como he señalado sucesivamente en este espacio desde hace varios meses, Kast será el próximo presidente de Chile de no mediar un escándalo de proporciones.

Kast supo aprovechar su oportunidad. No se desesperó al verse sobrepasado por Matthei en las encuestas. Tampoco entró en pánico cuando irrumpió Kaiser en la competencia electoral. Finalmente, supo administrar la ventaja que traía sobre sus adversarios hasta consolidar una base de apoyo estable y leal. Fue el candidato mayoritario de una derecha severamente fragmentada, lo que representa un gran mérito.

Incluso, no se intimidó frente a la idea de que existía un “triple empate” por el segundo lugar, cosa que a estas alturas se ha transformado en el bochorno y el ridículo más grande del análisis político en el último tiempo. Producto de estas cosas, todo el grupo de estudiosos de la actualidad ha perdido credibilidad, y la academia— desde la que hablo— ha quedado desprestigiada, pues generalmente nos meten a todos dentro del mismo saco.

Pero volvamos al punto. Kast construyó una campaña inteligente. Cuando se vio con la primera opción de ganar, desistió de atacar a Chile Vamos y mantuvo una postura cordial con sus dirigentes. Kast sabía, y sabe, que los gremialistas de corazón están con él, y que nunca estuvieron ni hicieron campaña por Matthei. Kast, a diferencia de Matthei y Kaiser, proviene de las entrañas de la UDI, y fue esa identificación la que logró quebrar el voto de derecha y colocarlo a su favor. Además, claro está, Kast corrió solo. Matthei nunca se atrevió a desafiarlo seriamente, más allá de la denuncia sobre los trolls que ni siquiera contó con el respaldo de sus propios partidos.

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Kaiser, en tanto, fue respetuoso y hábil, pues armó una coalición electoral que le ha permitido institucionalizar al Partido Nacional Libertario, y seguramente formará parte del nuevo gobierno tanto en el ejecutivo como en el legislativo. Kast, entonces, y como dije en otras columnas, generó amor y miedo. Amor en los votantes de la derecha más identitaria, y miedo en los dirigentes de la denominada derecha tradicional que, en lugar de enfrentarlo, se arrodillaron de una manera muy poco elegante.

Kast detectó esa debilidad y la aprovechó. Por último, jamás soltó ni compartió con otros candidatos su predominio en el problema más importante para los chilenos, que es la seguridad. Esto le permitió desarrollar su campaña en el eje gobierno-oposición, cuyos resultados están a la vista. Kast, en definitiva, representa un manual de cómo construir una candidatura en tiempos de crisis y de qué forma ganar una elección para un candidato de derecha más extrema de lo habitual.

Respecto a su desempeño en los debates, no es un misterio que sea su principal punto en contra. Mi apreciación acá es que no existen candidatos perfectos. ¿Qué es mejor, ser un buen polemista o una máquina electoral? Claramente, lo segundo. Si bien los debates son útiles para conocer las posturas de los candidatos, impactan más en las primeras que en las segundas vueltas. La razón es obvia. En la primera vuelta hay más oferta. Entonces, los votantes que perciben que su candidato es débil pueden cambiarlo por otro que sea cercano o próximo en términos ideológicos. Pero en una segunda vuelta que enfrenta a candidatos polares, un mal desempeño en un debate no afectará significativamente la intención de voto.

Los electores de Kaiser y Matthei están mayoritariamente con Kast y, al parecer, cerca de un 40% de los de Parisi están en la misma posición. Sin embargo, esta debilidad debe ser corregida. Cuando Kast enfrente un punto de prensa ya como presidente de la República, no bastará con responder de manera confusa o con evasivas. Los ciudadanos esperarán que su líder tome decisiones y que sea capaz de explicarlas por más dolorosas que estas sean. De lo contrario, la relación de Kast con la prensa será demasiado conflictiva, lo que anticipa problemas comunicacionales de gran envergadura. Por eso mismo, Kast necesitará un vocero o vocera capaz de disimular esta debilidad, transmitiendo correctamente los mensajes y dejando tranquila a una prensa que, bienvenida sea, lo interpelará periódicamente.

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