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Columna de Mauricio Morales: Colgados del travesaño

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

La izquierda tiene miedo. Sabe que la opción “a favor” aumentará su intención de voto y que, muy probablemente, el plebiscito del 17 de diciembre sea más competitivo de lo esperado. Así lo muestra la encuesta Cadem. Si hace un mes la diferencia era de 30 puntos entre ambas opciones, hoy es de 17 unidades.

Los principales líderes de derecha ya se decantaron por respaldar el nuevo texto constitucional y, según la encuesta Criteria, acumulan el 49% de las preferencias presidenciales, dejando a los líderes de izquierda con solo el 18%.

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Con Kast y Matthei dirigiendo la campaña del “a favor”, la brecha con el “en contra” se seguirá estrechando. La razón es muy simple. Ambas figuras tienen como primera tarea convencer a los votantes de su propio sector. Si la dupla Kast/Matthei cumple la misión de fidelizar a los suyos, el “a favor” debiese aumentar como mínimo un 10% su intención de voto.

Este cálculo no es antojadizo. La derecha representa aproximadamente un 25%, y si pensamos que la mitad no quiere nueva Constitución, pero que parte significativa de ella terminará inclinándose por el texto debido al llamado de sus principales líderes, una cifra como la que acabo de señalar es perfectamente plausible.

La siguiente etapa consiste en salir a defender el texto. No es una tarea sencilla debido al “hartazgo constitucional”, pero hay tres temas que podrían cuajar si son bien comunicados.

El primero corresponde a la mano dura contra la migración irregular. El segundo a la exención en el pago de contribuciones para la primera vivienda. El tercero a la propiedad de los fondos de pensiones.

Estos tres asuntos se inscriben en tres crisis que cruzan simultáneamente a la sociedad chilena: crisis de seguridad pública, crisis económica, y crisis de confianza en las instituciones.

La ciudadanía asocia la migración irregular con los problemas de seguridad pública. Por tanto, vincular la nueva Constitución con una situación contingente tan crítica, no parecer ser una mala idea. Luego, y en medio de una crisis económica, la exención en el pago de contribuciones también puede ser presentada como un punto fuerte del nuevo texto, especialmente para jóvenes que se vienen integrando al mundo laboral. Finalmente, garantizar la propiedad de los fondos de pensiones también dialoga con una situación contingente. No hay un apoyo masivo a la propuesta de reforma previsional del gobierno, y la mayoría quiere que el 6% de cotización adicional se mantenga en las cuentas individuales, sin incluir un aporte solidario.

Lo anterior, muy probablemente, derivado de la desconfianza que producen las agencias estatales a raíz de los casos de corrupción. En consecuencia, los líderes del “a favor” debiesen promover el texto constitucional con certezas e innovaciones que la ciudadanía interprete como más cercanas.

¿Y la izquierda? Tiene muy poco que ofrecer. Luego del descalabro de la Convención Constitucional, su discurso y propuestas están en el foso. Por ahora, solo necesita que el tiempo avance lo más rápido posible y que los votantes no se entusiasmen con el proceso constitucional. Y esto no solo se trata de los contenidos, sino que también de las emociones. La opción “en contra” transmite desazón, desencanto, enojo, malestar.

Son emociones negativas y, además, no dispone de liderazgos capaces de conducir el proceso. Lo más dramático es que si esos liderazgos emergen, deberán hacerlo con un mensaje de defensa del actual texto constitucional. ¿O alguien cree que llamando a un tercer proceso la ciudadanía se inclinará inmediatamente a votar “en contra”? El único camino que queda, por más doloroso que este sea, será reconocer que la actual Constitución se puede mejorar “desde dentro”. Es decir, mediante reformas. Por tanto, la estrategia es distinta. Ya no se requiere de un cambio “de” Constitución, sino que de un cambio “en” la Constitución.

Evidentemente que todo esto representa una derrota ideológica, política y estratégica para la izquierda. De eso qué duda cabe. Pero es mejor reconocer el error antes que sufrir una verdadera humillación en diciembre. Por ahora, la izquierda está colgada del travesaño, haciendo tiempo, tocando para el lado, y rezando para que la ciudadanía mire el proceso constitucional con distancia y hasta con cierto desprecio.

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