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Mitos emocionales en el cine. Las comedias románticas

  • Por Matías Andújar

La fórmula de la comedia romántica bloquea el pensamiento.

Es completamente emocional.

Al darle play debe haber un gusto por la admisión de la estupidez, pero que nunca nos detiene el hecho de verlas.

La fantasía. Lo imaginario, el ilusorio de lo magnífico. Dibujar y estructurar epifanías míticas.

Es la comedia romántica occidental. Lejos de cualquier humor cinematográfico, del sliptick, de un Chaplin, Monthy Python, de Bergson, un filósofo del movimiento de la boca y otras partes del cuerpo, que demuestra alegría —la risa—, quien dice que hay un “fondo de maldad, o cuando menos de malicia”, ahí, ahí nace esta nueva comedia.

Y con ella, el nacimiento de una nueva mujer. Con una dinámica interna coherente de su imaginario.

Pero la “cultura oficial” no cree en su potencial artístico. Ni menos en un instrumento pedagógico.

Lo ven como una festividad no festiva.

Si bien, en algún momento la comedia fue el género más serio de Hollywood, en el sentido en que reflejaba, de modo cómico, las más profundas cuestiones morales y sociales, hoy, se ha convertido en una cuestión más de orden terapéutica que intenta encontrar estados de ánimos. Dolorosos o placenteros.

Ahí nos intentamos reconocer. Comparar. Acercar.

No se analizan las causas del impacto. De el desagrado o el gusto. El receptor es quien genera la empatía. ¡Hasta alcanzar la metamorfosis!

Hay una psicología discursiva de la emoción. O al revés, para ser más claro. Hay emociones en los discursos. Acciones y afectos que producen las relaciones.

También hay una relación cuerpo/afectos en el séptimo arte. Se tiende a ver, comprender los cuerpos como una masa pasiva, propios sólo de un movimiento circunstancial. En cierta forma, la comedia romántica —entre también otros géneros— nos hace sentir más orgánicos. También podemos correr desesperados persiguiendo a nuestra pareja, también nos podemos caer arriba de la torta en el matrimonio, buscar la relación sexual o los obstáculos que dilatan el encuentro. 

Los personajes interpretados por John Wayne, Clint Eastwood, Arnorld Schwarzenegger parecen no carecer de nada. El despliegue de narcisismo resulta agresivo. Y las necesidades del otro —que no sean ellos— solo vienen a disfrazar sus propias carencias.

En la comedia romántica, el hombre observa la carencia femenina y naturalmente intenta salvarla. Cual tragedia griega.

Y ahí viene un problema.

Mujeres aleccionadas en términos de fantasías masculinas.

El hombre debe redimirla y darle sentido a su vida. Porque pareciera que la mujer sólo puede estructurar su vida alrededor del amor.

Su misión: buscar un hombre.

El cine tiene un papel fundamental. Han brotado avances gigantes entre igualdad de hombres y mujeres. Pero la vida sigue impregnada de sexismo. Y muchas veces, estas comedias demuestran machismo y ese sexismo del que hablamos.

Estereotipos de género y mitos de las relaciones de pareja.

Y aquí viene un primerísimo primer problema. Son protagonistas femeninas asignadas a una audiencia femenina.

Doble filo a cuatro cuchillos. 

La mujer vista desde la mujer y representada, rauda, para un potencial agente masculino. Muchas veces irreflexivo y terco. 

Ahí es donde muchos ven un mundo limitado de formas y manifestaciones humorísticas opuestas al tono serio de, como llamábamos, la “cultura oficial”.

Les molesta que coman helado sin remordimiento frente al televisor, que hagan yoga, la famosa escena del matrimonio justo antes de los créditos finales, que sea editora, que trabaje en una galería de arte.

Igual, ¿tantas y tantas galerías de arte? ¿Y tantos y tantos compradores de arte? Dudoso.

¿Qué se muestra y qué se omite aquí y allá?

Lo interesante es que no se está quedando sólo en lo del rol femenino, ya que, en términos de fantasía, todo es mucho más amplio y gran parte de este universo “fantástico” lo complementa el espectador.

Incluso lucha, hace años, por desasistir al mismo escenario. Vemos como en «Pretty Woman», Vivian, su protagonista, cuando se viste “elegante” es objeto de la mirada de ambos sexos. Y ahí es donde hasta un hombre puede identificarse con una femme fatale.

El cine como arte.
El cine como espectáculo e industria.
El cine como medio de comunicación social.
El cine como lenguaje.

Existe incluso a través de sus espectadores.

La conclusión y reflexión más importante sobre arte y vida a la que logro llegar, con mucho esfuerzo, es que mi vida no parece una comedia romántica.

Por eso las vemos.

Sepamos diferenciar los distintos tipos de realidades. Y la actitud ante ellas.

Quizás podríamos haber sido la pareja perfecta. Lejos de una película. Lejos de todo. Un caso perdido para el cine.