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Columna de Mauricio Morales: "Zalaquett es tu pastor"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

Indultos, pensiones de gracia a individuos con antecedentes penales, formalización del director general de Carabineros, presiones para decretar estado de excepción en las zonas más afectadas por la delincuencia, llamados a convocar al COSENA, peleas entre grupos de narcotraficantes, balas locas, asesinatos, descuartizamientos, secuestros, crimen organizado.

Chile es un caos total, y el gobierno no tiene la fuerza, capacidades ni herramientas para enfrentar esta crisis. Con solo el 31% de aprobación, según la última encuesta Cadem, que contrasta con el 84% de la PDI y el 81% de Carabineros, el mandatario tiene poco espacio para reaccionar. Se ha resistido a convocar al COSENA -medida respaldada por el 74%- y todo parece ir de mal en peor.

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En medio de esta hecatombe, el Presidente ha sumado una nueva polémica con la prensa al momento de promulgar la Ley Karin, y varios de sus ministros han reconocido juntas y reuniones en la casa del lobbista Pablo Zalaquett.

La ministra Vallejo ha dicho que no todo diálogo es lobby, mientras que Boric señaló que se debe dialogar hasta que duela. ¿Qué fueron a hacer los ministros a la casa de Zalaquett?, ¿por qué en esas reuniones participaron empresarios?, ¿qué llevó a los ministros a no declarar estas juntas como parte de legítimas acciones de lobby?, ¿qué se esconde detrás de estas reuniones?, ¿qué llevó a parte importante del gabinete a reunirse en la casa de quien estuvo involucrado en el caso Penta que, sabemos, fue un caso emblemático de financiamiento irregular de las campañas electorales?

Las especulaciones son múltiples, pero hay un punto de arranque. Esta generación política se forjó sobre la base de fuertes críticas a la elite noventera. Entre otras cosas, se ponía en tela de juicio la honestidad y la transparencia de esos dirigentes por su vínculo con los empresarios. Tanto así, que esos mismos empresarios financiaron campañas y dictaron párrafos de algunas leyes a los propios congresistas, profundizando un vínculo espurio entre privados y representantes.

Toda esa historia es conocida, y precisamente el grupo liderado por el Presidente había llegado a la política para eliminar estas prácticas. Sin embargo, ese discurso se está desplomando como un castillo de naipes. Los ministros involucrados cubren carteras críticas como Interior, Economía, Relaciones Exteriores y Trabajo, representando todo el arco ideológico de la coalición que respalda al Presidente Boric: Socialismo Democrático, Frente Amplio, y Partido Comunista.

Como si esto fuera poco, nos hemos enterado, además, que a esas reuniones asistían legisladores e, incluso, presidentes de partido. Es decir, el Ejecutivo y el Legislativo sentados en la misma mesa de un lobbista.

Zalaquett ha dicho que esas reuniones tenían como propósito acercar a dos mundos en permanente conflicto y carentes de confianza mutua.

Como un pastor que guía sus ovejas, Zalaquett ha hecho esfuerzos para aproximar a empresarios y tomadores de decisiones públicas con el solo afán de terminar con la polarización y favorecer los acuerdos, sin recibir ningún peso a cambio. Todo, según Zalaquett, ha sido casi por bondad y amor a Chile. Más allá de creer o no en su versión, acá la responsabilidad no es del lobbista, sino que de los ministros que aceptaron su invitación.

¿Es razonable pensar que en esas reuniones no se trataron temas contingentes para cada cartera?, ¿de qué habló la ministra del Trabajo con directivos de las AFP en medio de la negociación por la reforma al sistema de pensiones? Puede que estemos exagerando y que esas reuniones efectivamente hayan tenido el noble propósito de acercar posiciones entre el mundo público y privado, cosa que no está mal. Sin embargo, existe una ley de lobby y los ministros deben apegarse estrictamente a aquello. La Contraloría ofreció un curso de administración pública y probidad para funcionarios estatales, pero sin convocatoria.

El gobierno está en un equilibrio frágil. Recién se está conociendo el listado de personas que asistió a esas reuniones. No sabemos los contenidos, pero basta que alguno de los comensales hable o recupere la memoria para provocar una crisis mayor que, en una de esas, habilite un inesperado cambio de gabinete.

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