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Mauricio Morales y su análisis de última encuesta Cadem por el cierre del año político 2022: "Al borde del precipicio"

¿Qué pasó?

El académico de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, analizó los resultados de la Encuesta Plaza Pública de Cadem de este domingo 1 de enero, en lo que fue el cierre del año político 2022: "Al borde del precipicio", fue su sentencia.

El análisis de Morales

Fue un año triste para Chile. Lo que partió como un proceso político lleno de ilusión, expectativas de cambio y mejora en las condiciones de vida, concluyó en un caos con ribetes de pesadilla. Fue el año en que vivimos en peligro. Fue el año en que estuvimos al borde del precipicio.

Ya he analizado el fracaso de la Convención Constitucional, aunque a eso debemos agregar la crisis económica, la crisis de seguridad pública, la crisis migratoria, y la crisis política que nos acompaña en cada discusión legislativa. Los datos de la última Cadem son elocuentes.

El presidente cierra el año con un magro 30% de aprobación, siendo más popular en los estratos de mayores ingresos (37%) que en los segmentos más desposeídos (25%). Sí. Leyó bien. Boric es más querido por los ricos que por los pobres. Comparando con los presidentes anteriores, Boric logra el promedio más bajo de aprobación para su primer año de mandato, alcanzando un 36%, muy lejos del 47% de Bachelet y el 50% de Piñera.

Como si todo lo anterior fuese poco, la última Cadem muestra que José Antonio Kast y Evelyn Matthei encabezan el ranking de preferencias ciudadanas por el próximo Presidente/a de Chile. Lo hacen, por cierto, con cifras poco sustantivas. Entre ambos totalizan el 21%. El único líder de Apruebo Dignidad que figura en este ranking es Daniel Jadue, pero solo con el 1%. Estas cifras sirven únicamente para describir el mapa de líderes políticos más relevantes, pero en ningún caso es un predictor de lo que pueda pasar en las presidenciales de 2025, más aún si el 54% de los encuestados no responde la pregunta o, sencillamente, ningún líder concita su atención.

El próximo año será tanto o más duro que 2022. Como señalé en la columna de la semana pasada, creo que el proceso constitucional será más ordenado. Pero ojo. No estoy anticipando que sea un éxito rotundo. Simplemente digo que respecto al proceso anterior, este tiene mejor aspecto. El diseño institucional es el correcto, pues -en la práctica- responde a un sistema político en miniatura con pesos y contrapesos. El Consejo Constitucional no tendrá tiempo para ponerse creativo ni ganas- me imagino- de proponer aberraciones institucionales que nuevamente nos pongan en riesgo. El hecho de haber estado al borde del precipicio hace unos pocos meses, debiese llevar a los consejeros a escribir un texto que respete la tradición constitucional del país, y que se gane el afecto de la ciudadanía más por su moderación que por sus estridencias. Lo único que se les pide es entregar un texto breve, ordenado, claro, confiable y que nos vuelva a colocar en la ruta hacia el progreso.

¿Y qué más se espera para 2023? Lo primero es que el gobierno cierre definitivamente el tema del Fiscal Nacional. Ya no hay espacio para gustos personales, por lo que el Presidente deberá enviar un nombre consensuado con el Senado.

Luego, su tarea es avanzar en las reformas tributaria y previsional. Si bien esta última goza solo del 40% de apoyo, supera en popularidad a la de Bachelet y, marginalmente, a la de Piñera. En materia constitucional, el gobierno no puede cometer el mismo error que en el plebiscito pasado. Como señal de madurez política, el presidente y todo su gabinete deberán mantener estricta prescindencia. No es tan difícil. Basta con pensar en un solo objetivo, que Boric sea quien firme la nueva Constitución para Chile. Punto.

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