Columna de Mauricio Morales: "Kastigados"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

El triunfo de Kast no fue sorpresivo. Al menos desde este espacio, siempre sostuve que de no pasar nada extraño, él sería el próximo presidente de Chile. Más allá del humo que se vendió en torno a una segunda vuelta entre dos candidatos de derecha, lo cierto, y respetando la historia electoral de Chile, es que la final de 2025 sería entre el líder republicano y una figura de la centroizquierda.

Como todo político que aspira al poder, eso sí, necesitaba de cierta cuota de fortuna, lo que se materializó en la primaria del oficialismo que ganó el PC. Se dio, entonces, la combinación perfecta: un gobierno impopular y una candidatura de extrema izquierda que lo representó en primera y segunda vuelta. ¿Qué podía salir mal? Kast sabía que tenía la elección en el bolsillo. Rápidamente, liquidó la candidatura de Matthei y, posteriormente, ignoró el repunte de Kaiser. En realidad, siempre lo vio como un globo que tarde o temprano terminaría por desinflarse.

Pero vamos a la elección misma. Kast ganó en todas las regiones y en 310 de los 345 municipios del país, pero perdió en las comunas con mayor volumen de electores como Puente Alto, Maipú y La Florida. Además, fue derrotado por Jara en los reductos urbano-populares de la Región Metropolitana como Lo Espejo, Pedro Aguirre Cerda, La Pintana, Renca, Lo Prado, Conchalí, San Ramón, entre otras. En regiones, el castigo de Kast a la izquierda fue impresionante, sacando cerca de 25 puntos de ventaja en Arica y Parinacota, y Tarapacá por la zona norte.

Hacia el sur, la situación ya se tornó dramática. En Maule, Kast ganó por más de 32 puntos, y en Ñuble por casi 40 puntos. Solo en Aysén y Magallanes la izquierda pudo reducir la ventaja, pero no anduvo ni cerca de amenazar el poderío de Kast. Incluso en Valparaíso, una región que teóricamente favorecería a la izquierda, Kast sacó una diferencia superior a los 8 puntos. Estamos hablando, entonces, de una victoria maciza que solo tuvo como excepción a los sectores populares de la RM. A esto último, el gobierno de Kast debiese colocar especial atención, pues si bien son segmentos preocupados por la seguridad y el narcotráfico, tienen necesidades materiales urgentes.

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Es ahí en que se anidará el malestar y la protesta contra el gobierno. Por eso mismo es que la reducción del presupuesto nacional en 6 mil millones de dólares podría impactar en la provisión de beneficios y bienes públicos para estos estratos. Seguramente, las primeras mediciones mostrarán una popularidad de Kast superior al 50%, pero el examen más preciso debe hacerse en función de los ingresos de las personas. Hoy, más que nunca, lo difícil es ganarse el corazón del mundo popular. El gobierno del Presidente Boric puede dar fe de aquello.

La segunda dimensión por analizar es la dimensión política. El arrase electoral de Kast no significa una victoria total. Ya sabemos que no tendrá mayoría en Cámara ni Senado. Si bien en la Cámara puede armar alianzas provisorias con el PDG, en el Senado tendrá un verdadero cerrojo. Pero eso es parte de la negociación política. El desafío real para Kast es otro. ¿Cómo controlar a los actores extremos de la coalición?, ¿qué hacer con el Partido Nacional Libertario?, ¿en qué posición quedará Johannes Kaiser? El PNL quiere dar lo que ellos denominan como batalla cultural. ¿Es esta batalla parte de las emergencias que quiere abordar Kast en su nuevo gobierno? Claramente no, al menos por ahora.

Para los hermanos Kaiser, sin embargo, la victoria electoral no es suficiente. Ni siquiera la victoria política constituye un hito categórico en la historia reciente de Chile. Para ellos lo que está en juego es algo mayor, y se trata, precisamente, de los valores y principios mediante los que se rige una sociedad moderna. Es decir, mientras Kast empujará la emergencia en delincuencia, migración y economía, “los Kaiser” insistirán en que eso refleja más la gestión que la lucha grande por las ideas.

Ese será, a mi juicio, el principal foco de conflicto interno que tendrá el nuevo gobierno. Kast necesitará de una habilidad única para mantener a raya a los extremos, que comenzarán a ganar protagonismo cuando el gobierno entre en crisis, por más mínima que esta sea. No basta, entonces, con haber castigado a la izquierda. En algún minuto, Kast deberá hacer lo propio con quienes fueron sus socios de ruta. Será doloroso, peligroso y hasta traumático, pero un Presidente está para tomar decisiones difíciles.

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