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Columna de Mauricio Morales: "El PC y el 'Republicanazo'"

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

El 15 de marzo de 1964, como consecuencia de la muerte del diputado socialista Óscar Naranjo Jara, se desarrolló una elección complementaria en la agrupación departamental de Curicó y Mataquito, zona predominantemente rural y con histórica fuerza política de los partidos de derecha.

En las elecciones municipales de 1963 en la provincia de Curicó, el Frente Democrático compuesto por Conservadores, Liberales y Radicales sumaron un 48.5%, mientras que el FRAP- integrado por el PC y el PS- totalizó un 27.8%. La DC alcanzó un 21.9% y el partido Democrático Nacional un 1.8%.

La elección complementaria de diputados, que se realizó apenas seis meses antes de la presidencial, era vista, a la luz de estos resultados, como un mero trámite para los partidos de derecha, toda vez que el FRAP y la DC competían con sus respectivos candidatos, dividiendo la votación de la centroizquierda.

La prensa cubrió intensamente la campaña y los resultados, pues esta elección complementaria se consideraba como un verdadero pronóstico de lo que sucedería en la presidencial del 4 de septiembre. Las noticias que comenzaron a llegar en la noche de ese 15 de marzo de 1964 dejaron atónitos a los líderes de derecha. Su candidato Rodolfo Ramírez Valenzuela perdía inapelablemente frente a la izquierda representada por el socialista Óscar Naranjo Arias, que le sacó casi siete puntos de ventaja.

La prensa calificó este hito como el “Naranjazo”, lo que generó un brusco cambio en el escenario político. Los partidos de derecha rompieron el Frente Democrático, quitando apoyo al candidato presidencial radical Julio Durán, para respaldar al DC Eduardo Frei Montalva quien, en señal de desprecio, dijo que no cambiaría una coma de su programa ni por un millón de votos.

La derecha, herida y humillada, tuvo que aceptar tal afrenta. Su cálculo era que si la izquierda los había derrotado en un reducto como Curicó, perfectamente lo podría hacer en la presidencial. Y no solo eso. También conseguiría una contundente mayoría en las elecciones legislativas de 1965, haciendo viable la imposición de su programa político y económico.

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Esta experiencia muestra que, muchas veces, el miedo es un catalizador de decisiones que nos pueden parecer exageradas, pero que, vistas en contexto, equivalen a hacer valer el instinto de supervivencia. En esos años la política era una actividad particularmente ruda, y los proyectos de cada partido o candidato eran programáticamente excluyentes.

El triunfo de Allende, para la derecha, implicaba una derrota total, y la elección complementaria de Curicó mostraba que ese escenario tenía altas probabilidades de convertirse en realidad. Por lo tanto, era mejor renunciar a los principios, arriar la bandera, inclinarse ante el rival menos dañino, y evitar esa derrota absoluta. El resultado de las presidenciales de 1964 dio como ganador a Frei Montalva y la derecha respiró, aunque por un tiempo breve, pues fue pulverizada por la DC en las legislativas de 1965.

¿Por qué traer este evento histórico a la actualidad? El PC está viviendo una trama que, guardando las proporciones, se asimila a la que experimentó la derecha en 1964. Si se siguen las encuestas de opinión y los resultados electorales de Consejeros Constitucionales de 2023 y de autoridades locales de 2024, la directiva del PC percibe que estamos bajo un “Republicanazo” que puede traer varias consecuencias.

La primera es que José Antonio Kast sea el próximo presidente de Chile. La segunda, es que la derecha logre mayoría tanto en Cámara como en Senado. La tercera es que si Jara pasa a segunda vuelta e independiente del resultado de esa elección, se transforme en una líder indiscutida del partido, amenazando la hegemonía interna de Carmona y Jadue.

Entonces, la directiva del PC está en un tremendo dilema. Si apoyan con todo a Jara, la convierten automáticamente en una figura fuerte y respetada del partido, que volverá por lo suyo cuando se desarrollen las elecciones internas. Es evidente que Jara tiene una visión muy distinta sobre el rol del PC en un sistema democrático, siendo catalogada dentro del mismo partido como una “socialdemócrata”.

Por otro lado, las encuestas son categóricas respecto a las escasas probabilidades de Jara para derrotar a Kast en una segunda vuelta. ¿Qué hacer, entonces, cuando el peor escenario se torna casi inevitable? La derecha lo hizo en 1964, renunciando a una candidatura presidencial para abrazar lo que en ese entonces se entendía como el “mal menor”.

El problema para la directiva del PC es que su candidata ya no les pertenece, pues se encuentra legitimada por una elección primaria y por una coalición amplia de partidos. Solo les queda seguir aportillando, atornillar al revés, y generar un conflicto que, en una de esas, produzca el estallido y el cambio de escenario. ¿Y quién sería el mal menor a respaldar en la primera vuelta para evitar el triunfo de Kast? Esa respuesta queda para la imaginación de cada lector.

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