«Historia de un matrimonio». Déjame practicar un par de veces antes

  • Por Matías Andújar

Ayer fue la octava vez que vi esta película.

Es realidad pura. «Realismo psicológico» para ser más exactos. Una corriente que busca e indaga desde el interior a sus personajes. Y ahí entonces, parte el conflicto. Lo exterior, las acciones, gatillan lo interno, el pensamiento, la reflexión. Siendo estos lo más importante. El móvil. 

Dan ganas de estar cuatro veces casado. Tres veces separado.

Para tener el pecho de palo y que nada te duela. Que sea sólo una ruptura más.

¿Por qué buscarse para después destruirse? ¿Y luego juntarse con otros? ¿Y repetir la historia del matrimonio?

Es medio patológico. Pero es lo que todos hacemos. A veces sin sentir nada y, lo que es peor, cuando se siente de verdad.

Y obvio que, otra vez, como martillo, en estos últimos días
tenías que salirme a la sopa
.

Estas columnas me traen tu olor a cigarro como un telegrama.

Hay tantas mujeres en ti.
Déjame una, aunque tenga corazón de yeso. 

El tema, en la película de Baumbach, va a ser el clásico y distinguido «amor». Pero la forma de tratarlo es lo distinto. Y ahí radica la agudeza de la cinta. Es de una naturalidad irritante. Pocas veces se logra retratar la salvaje realidad emocional sin ningún artificio, mañas actorales, efectismos visuales. Parece que fuese una larga improvisación o, mejor, que hay una relación real entre ellos. Y uno cae redondo a ratos, se olvida que solo es una representación. Una de las intenciones principales del realismo. La verosimilitud. 

Objetivo logrado. A+

Lo más cierto es que este departamento
aprendió mi nombre 
en la melodía de los postigos.

Factores que hacen de esto posible. La versatilidad de ambos. Scarlett Johansson y Adam Driver. O sea, un intérprete que te puede hacer de villano con espada láser en una de las más importantes películas de Ciencia Ficción de la historia, y luego pasar a algo bastante parecido al naturalismo de Zolá, es porque estamos hablando de un gran pedazo de actor.  

Scarlett —dicen que va por la estatuilla de 34 cm—, confecciona algo que no se le había visto. Básicamente no se trata de mostrarla en ajustados encajes o lo que hay bajo ellos. No se trata de mostrarla inalcanzable. No es una diosa diva en la pantalla. De hecho cuesta verla, entrever que es ella. No se nota. Es una mujer a la par de todas. Quiero decir, todas las mujeres son pares, pero no la tratan de ensalzar ni presentar como lo hizo Woody Allen en «Match Point», por ejemplo, tocando una sola tecla. La tecla sensual.

Bueno, por algo Woody Allen es Woody Allen. Facilista. Efectista.

Vivo en la orilla opuesta. Coleccionando miserias. 
Sé que no te interesan los hombres de fortuna. 

Ni tampoco yo. 

Johansson nunca sugiere nada sexy a lo largo de toda la película. Nada. Cero. Creo que no muestra ni los tobillos.

Esta simpleza de los personajes es la que nos hace pensar que el drama de nuestra vida no es solo nuestro y que alguien nos acompaña desde algún lugar en el dolor.

Nuestra escasa o nula facilidad para hacer amigos
con quienes conversar, hizo que nos viésemos por primera vez.

Entonces, si es algo tan simple, ¿por qué todos la están viendo?

Fácil. Porque dan ganas de llorar. Y llorar nos hace encontrarnos con nosotros mismos. Y reconocermos en ese “otro” que está en la pantalla.

Todas las malditas mentiras son verdad. Hipermnesia.

Se pone en marcha el plan del enemigo/amigo. El “artista” que nos apunta con su pistola de cien balas, recordándonos que la muerte está a la vuelta de la esquina. La muerte de una relación, de ese sentimiento que alguna vez sobrevivió. Que nos hizo hacer planes, que nos hizo desear un hijo, una casa, un sillón, un viaje, un álbum de fotos.

Ese es el director, Noah Baumbach. A ti, gracias.

Su película no reside en la belleza, reside en el llanto. En la emoción, en el resonar de un corazón al compás de otro. Una condena. Y uno, que no es de lágrima difícil, no puede rehuir.

Vivir en tu nombre.
Un beso invisible.

Quizás haya mucho sollozo y mucha cara rojiza, pero guarda coherencia con la historia. No es forzoso. Yo, lo hubiese bajado un poco. Es mi humilde convencimiento.

Una antigua lágrima inunda la esquina. 

En cualquier caso, esto no opaca nunca los hermosos detalles. No es de grandes textos, ni grandes ideas, pensadores. Les cuesta expresarse, de hecho. Cuando ya no hay más ideas, palabras, viene el garabato, el golpe. Así como cuando faltan palabras de amor, viene el sudor, la excitación. A veces, ni pueden terminar las ideas. Lo que nos pasa a todos.

La película es de gestos, de miradas, de silencios, de emociones contenidas, de la cotidianeidad brutal.

Huyamos.
Cerremos para siempre las puertas que nos delatan.
Te debo a ti las emociones que encuentro
en cada esquina.

Sobre el Óscar. Hay algunas nociones a considerar. La primera sería preguntarnos ¿qué significa el premio hoy en día? Una vez que nos respondemos eso, nos podemos dar cuenta que la Academia desde hace tiempo viene votando por “lo distinto”. Me he hecho la idea que, hoy, es un premio más de índole político, contra el organismo de poder imperante en la USA actual.

Por ello temáticas como el abuso racial, en «Green book», «Una mujer fantástica» con una chica transexual como protagonista, y varios directores mexicanos, del porte de Cuarón o González Iñárritu, han sacado premio. Sin poner en duda la excelente calidad de sus trabajos, en la mayoría de los casos.

Por ahí podría ir la obtención del Óscar para estos roles. Si es que así fuese. Un reconocimiento a la versatilidad y a una indudable calidad actoral, que cada cierto tiempo se deja ver. Tremendas actuaciones aquí. 

En «Perdidos en Tokyo», yo ya le hubiese dado tres. No es una actriz de mi devoción, pero esa película está en mi ranking. Y principalmente por ella. Y las acciones. Las acciones.

Y los silencios. 

Otra zona importante, es que «Historia de un matrimonio» se pasea y habita en el mundo de Broadway. Por lo que se conforma un metarrelato, a la vez que una crítica y exposición de la escena, del medio, un gran guiño a la industria. Eso podría estar a favor. Y con estos protagónicos, al no ser una producción hollywoodense, podría ser aún más interesante.

Necesito olvidarte. Rescatar mi nombre. 
Nadie fue testigo de lo que fuimos. 

Lo que me gusta mucho, es que estos dos personajes son tan naturales y cercanos, tan orgánicos, que hacen parecer que toda la periferia de personajes fuesen ficticios. Plástico. Casi no-humanos. Porque nadie es humano ahí. Solo ellos dan vuelta sus vidas, y los levanta y cachetea el huracán. Los demás, o no la tienen, o la viven parejito. Sin saltos. En una larga y constante línea recta.

Y me rehúso a ser como ellos. Qué el huracán me levante y me bote. Quiero sentir. Qué alguien me ponga en el infierno y después me dé su apoyo.

El rol del hijo se los debo.

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Zona tres datos:

1.- Para Cine se usa Guión. Para Teatro, Texto, y para Televisión, Libreto.
2.- El personaje de Johansson, Nicole, se viste de David Bowie para Halloween. Charlie le dice «Station To Station», haciendo mención a la etapa del vestuario, ella lo corrige y le dice “Let’s Dance”. Ninguno de los dos tiene razón.
3.- Filo con la Scarlett, me quedo con don Armando.

Seamos húespedes de nuestras antiguas costumbres. 
Te prometo olvidar a don Armando.