Isla Alien: El fantástico documental chileno llega a los cines

Durante la década de los 80, en plena dictadura militar, en Chile explotó el fenómeno de la ufología. Las personas y programas de televisión se volcaban a los cielos buscando aquellos extraños platillos voladores con luces que sobrevolaban Santiago. La opinión pública no hablaba de nada más y las lucecitas en el cielo eran el centro del debate.

Años después, se discute sobre la real aparición de estos objetos o si todo era un plan del regimen para desviar la atención pública de las atrocidades cometidas.

Lo que si fue totalmente real, fue lo que vivieron un grupo de radioaficionados, cuando comenzaron a recepcionar extraños mensajes provenientes de una isla al sur de Chile, donde supuestamente vivían alienígenas, seres humanoides con un montón de avances tecnológicos que permitirían sanar cualquier enfermedad.

Así, uno de estos radioaficionados, Ariel, comenzó a comunicarse por radio con promesas de visitar la isla y responder los misterios del mundo.

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De esta maneta, la Isla Friendship se convirtió en uno de los misterios ufológicos más importantes de Chile. Y  Cristóbal Valenzuela lo cuenta en su trabajo Isla Alien.

 

Ricamente documentado y con una propuesta fresca, la producción, que se ha paseado por festivales de todo el mundo cosechando aplausos y premios, llega ahora a los cines chilenos.

Nada que envidiar a X-Files

Es fascinante la narrativa creada por Valenzuela, una ambientación tipo sci-fi de los años 50. El documental ocupa imágenes de las películas pioneras en la ciencia ficción y, tal como esas cintas, Isla Alien tiene un nivel de trabajo tipo orfebrería sublime. Con poca plata, pero mucho cariño, se reconstruyen maquetas de la isla y se dramatizan los relatos de los entrevistados, creando un ritmo y una narrativa más parecido a una película que a un documental.

Más allá de lo entretenido de la conspiración en torno a la Isla Friendship (que no envidia nada a un capítulo de X Files) hay otras dos temáticas esenciales tocadas. Primero, la necesidad de creer en algo. Gente que volcó sus ilusiones y sueños en el proyecto Friendship, no porque realmente creyeran en la isla, sino porque necesitaban creer. Querían ser parte de eso, no importaba si era una secta o una familia. Creer en lo que no comprendemos y no hay mucha diferencia entre lo que vivieron los radioaficionados y otra religión. Todo termina siendo un salto de fe.


Y entre la risa de algunos testimonios fanáticos y la tristeza de un deseo tan grande de pertenecer a algo, el documental se mueve entre algo tan humano como la necesidad de llenar ese vacío existencial de alguna u otra forma. Y si de tonos hablamos, el final marca un giro total a las emociones experimentadas.

Sin contar el desenlace de la Isla Friendship, es acojonante el cuestionar las bases de las conspiraciones y un ejercicio sumamente interesante el abordar episodios tan desconocidos de la historia de Chile. ¿Qué puede aportar una supuesta isla de aliens a la memoria reciente del país? Isla Alien es la respuesta.

Me quedo con esa habilidad de Valenzuela para encantar con su relato. Se hace imposible no salir del cine mirando las estrellas, esperando encontrar tres luces extrañas en el cielo. Luces que se muevan de manera inerte. Tal vez porque sabemos que lo que esconden esos platillos, no puede ser tan terrible como lo que hacen los humanos.

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