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"Esta es la mejor etapa de mi vida": La entrevista a Jaime Anguita 5 años después del crimen de Viviana Haeger

  • Por Matías González Olguín

Éxito rotundo tuvo en su primer día de estreno en Netflix la serie chilena "42 Días en la Oscuridad", historia que está inspirada en la desaparición y posterior muerte de Viviana Haeger en la ciudad de Puerto Varas, al sur de Chile.

La producción cuenta con seis capítulos, los que muestran cómo se fueron desenvolviendo los 42 días en que no se sabía del paradero de la mujer, en medio del negligente operativo policial que se desplegó en la comuna sureña.

Además del personaje de Verónica Montes (inspirada en Haeger), otro de los protagonistas de la trama es su marido, Mario Medina, construido en base a las características de Jaime Anguita. Este hombre fue uno de los sospechosos del caso, pero quedó en libertad porque las pruebas en su contra no fueron contundentes.

La personalidad de Anguita siempre llamó la atención, no solo a los familiares de Viviana, sino también a los propios investigadores del caso. Él estaba consciente de aquello y así lo dejó ver en 2015, cinco años después del crimen de su esposa, cuando se entrevistó con el periodista Rodrigo Fluxá para un reportaje de la revista Sábado, de El Mercurio.

Ese trabajo periodístico quedó plasmado en su libro "Crónica Roja", bajo el sugerente capítulo titulado "El viudo feliz". En él, Anguita relata cómo está reconstruyendo su vida en una sociedad donde todos creen que fue el asesino, asegurando que está viviendo "la mejor etapa de mi vida".

Así fue la primera entrevista de Anguita tras la muerte de Haeger

Capítulo I: "¿Somos felices?" 

Hasta Puerto Varas llegó Fluxá para reencontrarse con Anguita en su departamento. El periodista llevaba meses conociéndolo a la distancia, cuando acudía a los tribunales para presenciar las audiencias judiciales en las que también estaba el viudo. Seguramente, decidió recibirlo en su nuevo hogar para contar su verdad. 

Frente a frente, la conversación comenzó después de una pregunta que Jaime le hace a su hija menor, Susan: "¿Somos felices?". Con doce años, la pequeña sí lucía plena, sin tomar consciencia aún de los brutales episodios que atravesó su familia.

Anguita retomó el diálogo: "Yo soy feliz. Si me preguntan por la mejor etapa de mi vida, esta es. He vivido un dolor enorme, pero me permitió un acercamiento a mis hijas que jamás hubiese tenido, no las hubiese disfrutado así".

En su texto, Fluxá describe la particular relación que existía entre padre e hija: ambos "duermen en la misma cama. Se cuidan, se controlan los horarios y se cuentan las historias de cada día".

Susan recuerda la consulta inicial de su padre y contesta: "Muy, muy felices".

 

Casados desde 1992, el matrimonio Anguita Haeger tenía más defectos que virtudes.
Casados desde 1992, el matrimonio Anguita Haeger tenía más defectos que virtudes.

 

Capítulo II: Distintos, pero complementarios

La entrevista continúa en medio de los intensos vientos que se sienten en las afueras del departamento. El tópico a detallar ahora es cómo se conoció la pareja en Puerto Montt.

Anguita relata que llegó a la ciudad para realizar su práctica universitaria, como estudiante de Ingeniería, en la oficina regional del Ministerio de Obras Públicas. Vivió largos años como soltero, hasta que un conocido le presentó a Viviana.

"Ella tenía muchas cualidades, era femenina, amorosa. Era el momento de tratar de decidir quién va a ser mi compañera", cuenta.

El hombre quedó rendido ante la vitalidad de la mujer. Sus cercanos sabían que cada uno era muy distinto al otro, pero finalmente se complementaban. En 1992, después de convencerla a ella y a su suegra, contraen matrimonio el 15 de julio.

 

Ella con su sonrisa característica, mientras que él dominando sus emociones.
Ella con su sonrisa característica, mientras que él dominando sus emociones.

 

Los primeros años fueron difíciles. Después de disfrutar de una luna de miel en República Dominicana, Viviana quedó embarazada, pero sufrió una pérdida. En 1996 nace la hija mayor, Vivian; y el segundo de la familia, José Pablo. No obstante, el pequeño varón fallece al poco tiempo.

Anguita se centró en su vida laboral y se encargó de varias faenas que estaban ubicadas a kilómetros de Puerto Montt. La reciente familia se veía pocas veces en la semana, pero Viviana hacía que todo fuera más fácil.

"Me animaba. Yo trabajaba y ella disfrutaba de las cosas de la casa. Salvo pequeños inconvenientes, tengo muy bonitos recuerdos", le dice al periodista.

Capítulo III: Un Anguita sombrío

Viviana desapareció un 29 de junio de 2010. Durante la mañana, mientras realizaba trámites, Jaime recibió una llamada anónima desde un centro telefónico. El mensaje transmitido fue: "Si quiere volver a ver a su esposa con vida...", siendo cortada por el propio Anguita, porque pensó que se trataba de una estafa.

El sujeto que llamó fue grabado a la distancia por cámaras de seguridad, pero el respaldo de las imágenes se perdió. Se hizo un retrato hablado de su rostro, pero nunca fue encontrado.

Fluxá señala en su libro: "Fue un dato puntual el que puso a Anguita en el centro de todo. Tras recibir la llamada amenazante, hizo 53 llamados desde su celular, ninguno a su esposa", escapando de toda lógica de preocupación.

 

Jaime Anguita era un reconocido y exitoso empresario en Puerto Varas.
Jaime Anguita era un reconocido y exitoso empresario en Puerto Varas.

 

Anguita defiende su forma de ser: "Todo lo que hice estuvo bajo juicio. Si no llamaba era sospechoso; si llamaba era show. A mis hijas les dije que su mamá desapareció en extrañas circunstancias (...) les dije todo al mismo tiempo que iba sabiendo. La verdad, aunque duela, es amiga duradera".

A medida que transcurría la investigación, la personalidad del esposo impresionaba a los que recién lo iban conociendo: "El abogado que contrató, en plena búsqueda tuvo que decirle que fuera más acogedor con sus hijas, que las abrazara más", consigna el escritor.

El periodista agrega que "algunas actitudes suyas eran desconcertantes para la familia Haeger. Confeccionó un afiche con el rostro de su mujer en el que ofreció $5 millones como recompensa, pese a que su cuñado le había ofrecido dinero para agrandar la bolsa".

Haciéndose cargo de los reportajes de la prensa, que lo tildaban de "frío y carente de expresiones afectivas", Anguita reconoce que "a lo mejor soy así, pero no me hace mejor ni peor que nadie. Me acusan de no llorar en público, pero lloré en soledad. No tengo que estar llorando para la televisión ni para los parientes de mi mujer".

Capítulo IV: "Las casualidades existen"

Desde el funeral de Viviana, el hombre expuso la idea de un suicidio, pero no era convincente, porque Fluxá afirma que "atentaba contra la lógica en dos puntos centrales: la llamada que recibió Anguita y la desaparición del teléfono y la cámara de su esposa. Ella también tenía planes de sacar visas para unas vacaciones familiares".

El siguiente diálogo entre periodista y entrevistado es llamativo:

—Se intentó dirigir todo en mi contra y se trabajó muy minuciosamente en ese sentido (...) estuve 18 días con detectives en mi casa. Lo asumí como protección, si no hubiese sido por eso, me habrían linchado. La familia Haeger quería matarme.

—Pero en esas extrañas circunstancias es muy poco usual que el familiar de una víctima se intente convencer de un suicidio, la salida más culposa para él—, señala Fluxá.

—Siempre he pensado en forma racional— contesta Anguita—. Si alguien quiere quitarse la vida, hay libre albedrío, es algo íntimo. Que te la quiten es mucho más violento.

—¿No sería una casualidad muy grande que justo el día en que ella decidió eso, lo llamaran a usted?

—No sabemos si están relacionadas, las casualidades existen.

Capítulo V: Infidelidades

Por fuera, un matrimonio perfecto; en la interna, una pareja en crisis. En 2004, Jaime abandonó la casa para vivir con una antigua novia que era nueve años menor que él. Esa relación duró poco tiempo, debido al particular carácter de Anguita.

Ese episodio no fue tan llamativo como el que protagonizó el hombre con la joven. Cuando ella tenía 19 años se separó de él y tuvo un hijo con su nueva pareja. Al cumplir su primer año de vida, "Anguita intentó volver conmigo, al extremo que habló con el padre de mi hijo para ofrecerle su apellido", relató la mujer según consigna el escritor en su obra literaria.

"Mi ex le dijo que tenía que conquistarme a mí y después conversaban. Más tarde, me lo comentó y dijo que Jaime estaba loco", añadió.

Desde el living de su casa, Anguita reconoce que "cometí un error. ¿Cuántos hombres han dado un mal paso en su vida? Sentí que me había vuelto a enamorar. Yo le provoqué un daño enorme (a Viviana), no me cabe duda. Después tuve la gracia de Dios y pude reaccionar y volver".

Durante la investigación, cuando aún no ocurría el hallazgo del cuerpo de Haeger, Anguita conversó con un grupo de psicólogos que viajaron desde Santiago hasta el sur del país. En esa instancia reveló varios puntos que llamaron la atención de los especialistas.

El periodista expone en el libro: "Dijo que cuando se casó, la conversación con su mujer 'no era muy fluida. Conversábamos cosas, pero cortas, nada largo ni profundo (...) Viviana era una mujer muy preocupada, pero con una visión un tanto negativa'". 

Consultado por lo que sentía por su esposa, fue claro: "Yo siento que la amaba y que la amo a mi manera. Sin embargo, el grado de amistad o amoroso no estaba". Sobre la desaparición, añade: "De todas las experiencias negativas hay que sacar algo positivo".

Capítulo VI: "¿Usted desató el cadáver de su mujer?"

Una vez que el propio Anguita encontró el cuerpo de Viviana, arrinconado en el entretecho de la casa familiar y justo al último día en que vencía la millonaria recompensa por hallarla, fueron varias las causas de muerte que se estipularon.

Primero, que Haeger había muerto por asfixia y se descartaba la participación de terceros, pese a las marcas que tenía en sus muñecas. Luego, se detalló que habría sido por intoxicación con un herbicida. Tuvieron que exhumar el cuerpo para plantear la tesis de asfixia por causa indeterminada.

La negligencia hartó a la familia Haeger y solicitó un informe criminalístico a una comisión que era integrada por Vivian Bustos, doctora experta del Servicio Médico Legal. Tras una serie de completas diligencias, se concluyó que:

  • La víctima presenta lesiones contusas en cráneo, zona dorsal y miembros.
  • Corresponde a una muerte violenta en la que existe participación de una tercera persona, que interviene ocultando y accediendo al cadáver durante un periodo de 42 días.
  • Hay hallazgos de la dinámica de sofocación por oclusión de orificios respiratorios, con un elemento blanco, contra una superficie dura.
  • Se detecta la participación de una persona adulta con dominio de tiempo y espacio en la ejecución de las maniobras de ocultamiento.
  • Antes del hallazgo, el cuerpo fue intervenido, extrayéndole una amarra de ambas muñecas.

Sobre la última conclusión, la que implicaba directamente a Anguita por haber encontrado el cuerpo, él se defiende ante Fluxá: "¿Quién lo hizo, quién tuvo acceso? Estábamos mi madre y yo, evidentemente ella no fue. No sé cómo han perdido cinco años en pericias científicas para llegar a esto. El caso está resuelto, según eso".

El periodista pregunta: "¿Usted desató el cadáver de su mujer?".

—No.

—¿Ella en algún momento le dijo que quería dejarlo, llevarse a sus hijas, por alguna razón?

—No— se toma unos segundos y continúa. Lo que prima son los hechos, no las interpretaciones, y los hechos están establecidos. Si todo lo que se hizo antes, que me hizo pensar en un suicidio, estaba mal hecho, que lo digan. La verdad de los hechos no cambia tan fácil. Una confesión de una persona, quizá sí.

Capítulo final: ¿Alguien quería matar a Anguita?

Rodrigo Fluxá escribió en 2015 que Jaime Anguita defendía la hipótesis del suicidio de su esposa, "pero la ha complejizado. Hoy asegura que su mujer sabía que había un plan para asesinarlo a él, que ella se enteró y angustiada se mató. Y que el llamado que le hicieron era para que fuera a la casa".

—Si lo hubiese tomado en serio (el llamado telefónico), en serio no estaría acá—, afirma el viudo.

—¿Quién querría matarlo?—, pregunta el escritor.

—No puedo decirlo. Ojalá esa persona se atreviera a hablar.

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