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Columna de Mauricio Morales: Señor Kast, está avisado

Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.

Los ánimos en la opción “a favor” de cara al plebiscito constitucional están por las nubes. Ya comienzan a circular videos de propaganda que subrayan las bondades del nuevo texto y que llaman a leerlo sesudamente para tomar la mejor decisión. El partido Republicano se muestra más dialogante y dispuesto a aceptar las mejoras que sugerirá la Comisión Experta.

Desde el centro, Amarillos y Demócratas intentan convertirse en la voz de los moderados para conseguir el apoyo de quienes rechazaron en el plebiscito anterior, y que hoy se muestran renuentes a respaldar el nuevo texto. Sin embargo, las encuestas no dibujan un panorama muy alentador.

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La Cadem de esta semana da un 53% al “en contra” y un 28% al “a favor”. Ambas estimaciones puntuales están cerca de su promedio si tomamos como punto de partida la medición del 16 de junio. Si bien el “a favor” ha aumentado en 7 puntos su intención de voto desde la quincena de septiembre, el desafío está en “convertir” votantes más que en sumar a los indecisos. Es decir, lograr que los “rechacistas” se transformen en “apruebistas”. No está mal, por cierto, fidelizar a los indecisos. Mi punto es que con eso, definitivamente, no alcanza, y que es necesario avanzar hacia la conversión de votantes.

¿De qué forma se logra esa conversión? Como he argumentado en otras columnas, esa conversión no depende exclusivamente de los contenidos. La Cadem muestra un alto apoyo a medidas como la libertad de elección en salud, educación y pensiones (85%), la reducción del número de legisladores (80%), y la consagración de un estado social y democrático de derecho (73%). Luego, si Republicanos sacrifica su norma sobre derecho a la vida y el texto garantiza que no se pondrá en riesgo la ley de aborto en tres causales, el camino programático quedará despejado.

Según la encuesta, solo el 32% votaría “a favor” si se pusiera en entredicho esta norma. Ciertamente, echar abajo este artículo podría implicar la oposición del mundo evangélico, que ha sido particularmente leal a Kast. Además, no sería tan extraño que un grupo más de derecha decidiera restarse del “a favor”, defendiendo el voto más identitario del sector. Rojo Edwards ha cumplido con esa labor, pero no es el único. Si miramos encuestas anteriores, casi la mitad de los electores de derecha no quiere una nueva Constitución, prefiriendo mantener la actual. Me imagino que el porcentaje es mucho mayor en los votantes Republicanos. En consecuencia, la “cuestión programática” puede tener un “efecto boomerang” y de suma cero. Es decir, que los apoyos que se ganan hacia el centro, se pierdan hacia la derecha.

La solución está en manos de José Antonio Kast. Es el único liderazgo que podría afirmar el voto del sector. Matthei ya dijo que no arriesgaría su capital político, por lo que Kast tiene la difícil misión de dar vuelta el resultado.

¿Cómo hacerlo? Primero, planteando el plebiscito como una tercera vuelta contra Boric y la izquierda. Hoy el Presidente registra un 34% de respaldo, y los partidos de su bloque ya no pueden disimular su preferencia por el “en contra”. Por eso mismo, es indispensable que Kast orille al gobierno a tomar postura. Si lo hace, entonces esa mitad de votantes de derecha podría leer el plebiscito como un nuevo duelo con la izquierda. Si eso sucede y la derecha se inclina definitivamente por el “a favor”, entonces el plebiscito será muy competitivo.

Segundo, Kast debiese olvidar por un minuto el debate programático, transformando el plebiscito en una cuestión emocional. Esto puede parecer un argumento superfluo, pero si analizamos los datos de las encuestas pre-electorales del plebiscito anterior, emociones como el enojo, el miedo, la alegría y la esperanza fueron determinantes para explicar la intención de voto. Las elecciones no siempre se ganan mediante posturas puramente racionales.

Tercero, pedir perdón a nombre de la clase política por haber iniciado este proceso constitucional que ha generado dolor, división, polarización e inestabilidad política y económica para el país. Es cierto que Kast no apoyó el cambio constitucional, pero su partido es el actor de veto en el Consejo Constitucional. Señor Kast, está avisado.

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