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"Tenía todo y ahora nos queda nada": Mujer y su hija de ocho meses pasan sus noches en sede vecinal

  • Por Meganoticias

¿Qué pasó?

Los efectos económicos de la pandemia del coronavirus han afectado transversalmente a todos los sectores de la población chilena, pero en las mujeres la situación ha sido más profunda.

Sin empleo y al cuidado de sus hijos, algunas mujeres están luchando contra el empobrecimiento en medio de la crisis sanitaria. Tal es el caso de Carolina Marchant, quien a pesar de tener dos títulos, vive junto a su hija de ocho meses en condiciones que superan la capacidad de asombro.

La realidad de Carolina Marchant

En marzo, Carolina trabajaba como estilista en un salón de belleza de Valparaíso, pero perdió su fuente laboral apenas se desató la emergencia de salud en Chile.

"Esta pandemia jodió a todas las personas. Madres solteras, como yo, jodimos muchas personas. A mí me despidieron. Estaba con contrato y se cerró", relata la mujer.

"A mi hija yo la tenía en una sala de cuna, pero también se cerró. La señora nos tuvo que echar porque no teníamos cómo pagar el arriendo", agrega.

Al llegar a la Región Metropolitana, Carolina junto a su pequeña hija Antonella costeó una pensión en Estación Central, pero los huéspedes del lugar se contagiaron con coronavirus, lo que imposibilitó su permanencia en el lugar.

"Tomé la decisión de irme, porque no quería que mi hija se enfermara. Es una niña indefensa, a mí me puede pasar cualquier cosa, pero a ella no", indica.

Duerme en una sede vecinal de Lo Espejo

Después de aquel episodio, Carolina comenzó a vender parches curitas en la calle, donde pasó varias noches hasta que llegó a Lo Espejo, precisamente a una olla común de la comuna.

La "Ollita del Amor" fue el lugar que durante días le permitió alimentar a su hija de ocho meses, hasta que decidió ofrecer sus servicios, porque además de ser estilista, tiene un título en repostería.

"Yo sabía hacer pan, porque tengo un curso de repostería, hago tortas y pasteles. Cuando mi hija se pone a llorar o tiene sueño, yo la tomo y la hago dormir mientras otro voluntario me reemplaza", cuenta Carolina.

No obstante, esta sede vecinal no es solo el lugar donde se desempeña diariamente, ya que también ahí ambas mujeres pasan sus noches.

El hacinamiento que se arrastra por años en Lo Espejo impide que alguno de los voluntarios de la olla la pueda recibir en casa. De hecho, la noche de este domingo será la cuarta de Carolina y Antonella durmiendo en el suelo de la sede.

La tristeza de Carolina

El presente de Carolina es lo que más la afecta, porque manifiesta que antes de la pandemia "tenía todo y ahora a mí y a mi hija nos queda nada, pero ya vamos a salir. Una piensa que estamos arriba, pero el golpe es súper fuerte. Caer de 'rompe y raja', como se dice, es demasiado fuerte".

Por lo mismo, la mujer tiene claro qué es lo que necesita ahora: "Que me ayuden con un trabajo, eso me gustaría que pasara", afirma.

La autogestión de la "Ollita del Amor"

Por otro lado, la organizadora de la olla común, Solange Robles, señala que "sé que hay gente que está detrás mío y que está acostumbrada a estar con nosotros. Siempre pido tener cuidado, pedirle a Dios que me proteja y que no me vaya a contagiar".

La "Ollita del Amor" funciona de lunes a sábado y entrega almuerzo, once y cena a los más afectados por la crisis económica del coronavirus en la comuna.

Las raciones que prepara Carolina nacen de la autogestión del grupo, pues realizan un sorteo que consideran fundamental para que la idea siga funcionando.

"Nosotros tenemos un distribuidor de gas que amablemente nos dona los cilindros, pero no quiero abusar de él. Entonces, tomamos la opción de hace rifas para costearnos nosotros el gas", explica Solange.

Una iniciativa que alimenta a decenas de vecinos y que también es la fuente de calor para Carolina y Antonella en sus primeros minutos de la noche.

Cuando se apaga el fuego y se van los voluntarios, solo quedan madre e hija, quienes esperan despertar nuevamente con el estilo de vida que llevaban en Valparaíso, cuando vivir del trabajo era posible.

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