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Enrique Lafourcade: un marginal muy pequeño burgués

  • Por Matías Andújar

Hoy, 29 de julio, muere Lafourcade. 91 años. Alzheimer. Autodesterrado de Santiago a Coquimbo, cual casa de reposo, al cuidado de su última cónyuge, Rossana Pizarro, quién lo acompañará por siempre.

Contrario a lo que sabemos, Lafourcade, tuvo una amplia producción literaria. Principalmente en la fabricación de cuentos. Llegando a ser comparado con José Donoso por sus habilidades en este género. Llegando a ser comparado con Claudio Giaconi por sus ensayos, otro que no han reconocido, porque en Chile, el juego de la Literatura, lo maneja y lo encauza un grupo muy pequeño pero poderoso. Una Litegarquía. Neologismo que acabo de inventar para definir una mezcla de Literatura y Oligarquía.

La figura de Lafourcade, aunque insistan en hablar solo de «Palomita Blanca» tampoco es chica. Fue uno de los primeros chilenos en hablar y exponer el término de «nouvelle», algo poco conocido para la época y que aborda y explora los límites entre el cuento y la novela. Y que pone en discusión, genera el debate, si el escrito se trata de un “cuento largo” o una “novela corta”. Cuestión que hasta hoy no podemos descifrar. Definir. De hecho, bajo este concepto, escribió dos: «El Asedio» y «La Fiesta Del Rey Acab».

Además, se embarcó en su «Antología del Nuevo Cuento Chileno», 1954, donde enciende las luces de lo que es la Generación del 50. No tan fértil, a mi parecer, salvo el maestro José Donoso, contando con —aparte del maestro— Guillermo Blanco, Marta Blanco y Jorge Edwards, entre los más conocidos en narrativa, pero con padres de la poesía chilena como Enrique Lihn, para partir, Jorge Teillier, muy importante para otros, Armando Uribe, muy importante para la muerte y su acecho, Arteche, Barquero y Alberto Rubio. Y dramaturgos, en tiempos de vanguardia a nivel nacional en “las tablas”, donde ya estaban escribiendo y representando sus obras Vodanovic, Luis Alberto Heiremans, Sieveking, Egon Wolff e Isidora Aguirre.

Después de esta publicación, se casa con Maria Luisa Señoret. Recorren Europa. Vuelve a Chile y el 59 obtiene una beca Fulbright, en la Universidad de Iowa, donde llega a trabajar con Vance Bourjaily. Quien, dicen las malas lenguas, le robaría mucha pluma a Hemingway. Raymond Carver nombró a su hijo, Vance, en honor a éste. No debe ser malo. Yo nunca lo he leído.

En fin. Es imposible dejar de mencionar «Palomita Blanca», su novela más famosa y, quizás, la única conocida. O, por lo menos, la de más renombre. Pero seguro, la que lo dispara a la fama. No es gratis que sea la obra de un chileno más vendida en Chile. Fueron —y nadie sabe en cuánto terminará— más de un millón de ejemplares. Escrita en 18 días, en 1971, un buen dato que podemos aportar, es que, como telón de fondo de sus personajes, en este mundo del Flower Power, está el Festival de Piedra Roja. Mítica versión chilena del Woodstock del 69, realizada en Los Domínicos, cuando era solo campo, y que contó con la participación de Los Blops, Los Trapos y Los Jaivas —banda que hasta hace poquito no más, tocaría en La Moneda para Obama y Piñera—. En ese tiempo, tocando al aire libre, la cosa funcionaba con generadores. Se caía la electricidad a cada rato. Aguaturbia y Eduardo Gatti se acercaron al Festival, pero les fue imposible presentarse. Enrique Lafourcade, no lo sabemos de cierto, pero seguramente también se acercó. Es bastante poco probable que haya puesto a los personajes de «Palomita Blanca» en un contexto que solo vivió “de escuchas”.

Por ese tiempo, nuestro querido y estimado doctor honoris causa, Raúl Ruíz, hacía dos películas. «Piedra Roja», basada en el épico festival, y «Palomita Blanca», que vemos hasta hoy, con banda sonora de los ex High Bass, sí, así se llamaban antes, los que tocarán para nuestro actual presidente. Un aporte, más que significativo, hace Raúl Ruíz. Y guarda intrínseca relación con la novela de Lafourcade. Dice: Lo que me gusta de Chile es esa manera tan especial que tenemos de hablar los chilenos y que muchos creen que viene de los años de la dictadura, pero yo sé, porque viví aquí, que antes de eso también era así. El hecho de que los chilenos a veces son capaces de hablar sin usar ni verbo ni sujeto, o usan los verbos y el sujeto desplazado, lo que hace que hablen horas y no se sabe de qué. (…) Esa manera incierta de hablar, que hace que todos los chilenos hablen como en las obras de Samuel Beckett, es interesante (…) Todo chileno habla exclusivamente entre comillas. Es alguien que pone la retórica antes que la realidad (…) Chile fabrica una forma muy curiosa de lenguaje artificial en el que la entonación tiene casi tanta importancia como las palabras que se emiten (…) Más que el acento es la sintaxis rara. Se empieza una frase y se termina con puntos suspensivos, se empieza otra y otra y lo que pasa es que la gente está hablando con tres discursos paralelos, y pasan de uno a otro como en una fuga de Bach y no dicen nada. Y, entremedio de todo esto, dicen contradicciones y constantemente están metiendo chistes que lo anulan todo.

No nos quedemos con esta imagen del Lafourcade europeizado, agringado. «El Rey de Acab» tuvo que ser publicada clandestinamente en República Dominicana, ya que Acab era una clara alusión a Trujillo. Gobernador, militar y dictador de dicho país desde 1930 hasta su asesinato en 1961.

Lafourcade, al igual que yo, siempre tuvo una postura política independiente. Escribió «Salvador Allende» (1973), novela que revive, en formato monólogo, las últimas horas del ex Presidente. Le siguieron «Adiós al Führer» (1982) y «Terroristas» (1984).

Uno de los momentos más recordados y tristes para muchos de nosotros fue la desequilibrada presentación del desequilibrado Rodrigo Lira en «¿Cuánto Vale el Show?». Uno de los poetas más gracioso y ridículo de Chile. A propósito. En conocimiento de causa, muchas veces. Otras, producto de la esquizofrenia y depresión que lo afectaba, y que lo dejaría con las venas abiertas en la tina de su departamento en Avenida Grecia. La verdad es que Lira hizo una representación de un texto de Shakespeare muy en su estilo . Pero quizás si Lafourcade hubiese estado ahí, el 81, cantaría otra historia. Lira necesitaba reforzamiento positivo. Tenía el autoestima muy baja. Lo mismo con Pohlhammer, también poeta, interesante en su momento, y coetáneo de Lira, pero más conocido como payaso de la TV, quien, junto a Marcela Osorio y nuestro convocado, formarían el jurado de este Show.

Este cuerpo se quema. Calla. Calla. Calla. Pueden reír en la boca del olvido.

Esperemos, como suele suceder, con esta muerte, salgan a luz algunas cosas y se haga una relectura. Ejercicio importantísimo del que somos, todos, responsables.

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Zona tres datos:

1.- Natalia Lafourcade es sobrina de Enrique.
2.- Lafourcade también escribió sobre erotismo. O amor. «Mano Bendita» (1993), «Cristianas viejas y limpias» (1998).
3.- Estudió, inconclusamente, pintura, en el Museo de Bellas Artes.