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Columna de Mauricio Morales: "Elizalde, la venganza concertacionista"

No querían parecerse a la Concertación. No se sentían representados por los últimos 30 años de democracia. No reconocían que los mejores gobiernos en la historia de Chile estuvieron en manos de Aylwin, Frei y Lagos. No aceptaban el reformismo y en su lugar abrazaban la refundación. No toleraban el cambio gradual, sino que el cambio radical. ¿En qué quedó ese discurso? Prácticamente, en nada. Luego del plebiscito constitucional, el Socialismo Democrático entró con todo al gabinete y, como si esto fuese poco, se incorporaron figuras del ADN concertacionista. La guinda para la torta fue la reciente nominación de Álvaro Elizalde como nuevo ministro de la Segpres. Dicen que la venganza se sirve en plato frío, y esa venganza ya tiene tres cocineros: Tohá, Marcel y Elizalde.

Han pasado 25 personas por la Segpres. El más importante de todos, por lejos, fue el gran Edgardo Boeninger, artífice de los acuerdos y de los cambios con responsabilidad. También destacan, entre otros, Genaro Arriagada y José Miguel Insulza.

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Si se observan todos los nombres que han ejercido en esta cartera, no abundan candidatos presidenciales. De Insulza siempre se habló, pero jamás se concretó algo formal. Ximena Rincón ganó una primaria en su partido, pero no llegó a la papeleta final. Esto se explica porque generalmente los Segpres están en las sombras. Su función es conseguir los votos en el Congreso, pero si su gestión es exitosa, los aplausos se los lleva el ministro sectorial o el Presidente de la República.

Desde el punto de vista de la visibilidad, entonces, es un cargo ingrato. Por eso mismo es que la decisión de Elizalde es extremadamente riesgosa si su aspiración es ser candidato presidencial, especialmente si llega a un gobierno que- según la última Cadem- registra un respaldado de solo el 29% y en que las principales figuras públicas no pertenecen al bloque, como Evelyn Matthei (67%), Claudio Orrego (61%), y Rodolfo Carter (59%).

En el mejor de los casos, Elizalde podrá disciplinar una coalición ingobernable que, dicho sea de paso, le tiene sangre en el ojo. La ministra Orellana le dio el primer recibimiento, señalando que la llegada de Elizalde al gabinete rompía la paridad. Por otro lado, durante el proceso constitucional, Elizalde defendió con valentía el rol del Senado, enfrentándose con el ministro Jackson, que tenía la opinión contraria. Más recientemente, recibió críticas desde la izquierda por encabezar el proceso constitucional 2.0 por su similitud con la desacreditada “cocina política”.

Todo esto anticipa que el reestreno de la Concertación no será fácil. De hecho, es muy probable que la relación entre el tridente Tohá/Elizalde/Marcel sea más fluida con la oposición que con Apruebo Dignidad. Es más. Si en las próximas elecciones de consejeros constitucionales los partidos de la ex Concertación cosechan más votos y escaños que la izquierda, entonces pueden hegemonizar aún más el gobierno, fortaleciendo los lazos con la oposición para materializar los acuerdos.

En ese escenario, el Presidente Boric no tendrá otro camino más que renunciar definitivamente- si es que ya no lo hizo- al gobierno de transformaciones estructurales y con espasmos refundacionales, entregándose al cambio gradual, responsable y razonable. Esto es un misil en el corazón de esa izquierda que vio en el “estallido social” y en el primer proceso constitucional una oportunidad histórica para imponer un nuevo modelo de desarrollo. Si esto sucede, entonces el Presidente Boric dejará de gobernar. Lo digo, ciertamente, en sentido figurado. Renunciar a convicciones tan fuertemente arraigadas al primer año de gobierno, no es una cuestión fácil, pero también retrataría la madurez del Mandatario. Cuando las ideas son equivocadas y la evidencia se encarga de ratificarlo, lo inteligente es cambiar, y lo torpe es persistir.

Elizalde llega con esa misión. Es decir, hacer ver al presidente que el camino correcto es la moderación y que los orígenes programáticos de Apruebo Dignidad se cimentaron en bases erróneas. Solo así podrá extender lazos y promover acuerdos con la oposición, instituyendo un modelo que hace recordar la política de los ’90, y que emula los mejores tiempos de la Concertación.

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