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Comentario: Así Thunderbolts devuelve el alma y la emoción al universo Marvel

Todo este tiempo Marvel pudo entregarnos películas buenas. Todo este tiempo el MCU tuvo la habilidad de generar historias que, en el mínimo de los casos, se sintieran como una película. Marvel decidió no hacerlo. Decidió darnos una historia del Capitán América sin cariño, una olvidable The Marvels, una desastrosa Ant-Man y el fenómeno viral de Deadpool & Wolverine, que parece ir lentamente difuminándose en el tiempo. En medio del desgaste natural del género más saturado del siglo apareció Thunderbolts y es, por sobre todas las cosas, una película.

El MCU nos había acostumbrado a una batería de producciones industrializadas que se sentían como un calco una de otra: películas sin alma de películas, un mejunje de cameos, referencias y chistes simplones. Thunderbolts llega no solo a refrescar el MCU, sino también a entregarle calidad. Dirigida por Jake Schreier —genio tras una de las mejores series del año pasado, Beef— la película rescata a villanos y antihéroes secundarios (e incluso terciarios) del MCU y los coloca a trabajar juntos en un disparatado equipo.

Yelena Belova (Florence Pugh), Winter Soldier (Sebastian Stan), U.S. Agent (Wyatt Russell), Red Guardian (David Harbour), Taskmaster (Geraldine Viswanathan) y Ghost (Hannah John-Kamen) son manipulados por Valentina (la gran Julia Louis-Dreyfus). Cansados de ser mirados en menos, deciden salvar el mundo uniéndose para combatir a Valentina y su peligroso proyecto Sentry.

Varios puntos. Primero, el MCU no carece de personajes atractivos, carece de guiones competentes. El reclamo generalizado es sobre la inhabilidad de crear una nueva generación de Vengadores que esté a la altura de la formación original. Schreier toma a personajes olvidados y, en dos horas, les da todo el desarrollo y cariño que no se les dio en películas pasadas. Villanos como Ghost y U.S. Agent nos parecen, por primera vez, interesantes; nos encantamos de la vida de Yelena, y Red Guardian nos resulta, por primera vez, hilarante. Todo eso, con un simple buen guion.

La verdad es que es más que un buen guion. Thunderbolts es una terapia, una sesión de dos horas con el más chiflado de los psicólogos. Schreier, junto a sus guionistas (el mismo equipo de Beef), rescata el mínimo común denominador de sus personajes: todos están rotos. Los Thunderbolts son un equipo de antihéroes, de olvidados, de traumatizados. Son anomalías y experimentos que se ven obligados a trabajar en equipo por primera vez en su vida, y eso se transforma en una sesión de terapia hilarante y catártica.

Sirve para el relato entonces que la amenaza a destruir sea Sentry: una especie de Superman de Marvel que basa su poder en la inestabilidad emocional de su portador. Bob (Lewis Pullman) es un depresivo, un niño-hombre roto con los poderes de un dios. Que el eje de la disputa sea la lucha contra los demonios internos nos entrega uno de los terceros actos más originales y dinámicos de Marvel, donde no toda lucha final es el lanzamiento de rayos de colores.

Una resurrección creativa del MCU. No solo por ser una buena película, sino por ser diferente. Los grandes éxitos de esta fase son aquellas obras que se sienten de su autor: Guardianes de la Galaxia Vol. 3 es el cierre de la historia que James Gunn nos contó a base de humor y cariño; Dr. Strange en el Multiverso de la Locura es el reflejo del tremebundo cerebro de Sam Raimi; Thunderbolts es el resultado de un Schreier liberador. La sensación de soledad que solo puede ser sanada con risas y abrazos. Eso es Thunderbolts.

Reseña Post Créditos: Esta película tiene dos escenas post créditos. Ambas no solo valen la pena, sino que son imperdibles. La segunda es la escena post créditos más importante del MCU desde que Thanos tomó el guantelete al final de Age of Ultron.

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