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Comentario: Guerra Civil y las posturas incorrectas

En el pasto más verde del jardín más grande, puede crecer hierba mala. La democracia más plena puede colapsar como una torre de naipes. Alex Garland lo tiene claro y decide acercar aquello que vemos tan lejano, aquello que parece tan distante del occidente moderno. La institucionalidad puede colapsar, y estamos muy cerca de ello. Una de las mejores películas del año ya está en los cines, y es algo totalmente ajeno a lo habitual.

Con importante carrera como guionista, Garland decidió ponerse tras la cámara para dirigir una serie de fantasías distópicas ficcionales (Ex-Machina, Aniquilación y Men). Civil War se convierte en su cuarta película, otra ciencia ficción, pero mucho más cercana y latente que el resto. Un futuro distópico no tan futuro. Una señal de advertencia.

Protagonizada por Kriste Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny y Stephen McKinley Henderson, Civil War cuenta la historia de un Estados Unidos fraccionado. El levantamiento en armas de algunos estados contra el Gobierno de un presidente que va en su tercer mandato desata una guerra civil. Lo interesante es la decisión de abordar el conflicto desde una mirada externa a los bandos en cuestión. La guerra la vemos mediante cuatro periodistas.

Y la idea de mostrar el enfrentamiento bélico desde la visión de actores externos, funciona de sobremanera para, primero, mostrar la crudeza de la guerra y, segundo, difuminar los bandos. El origen, las posturas e ideales de los bandos jamás son explicados. Garland no nos digiere quien es la izquierda y quien es la derecha, quien es el republicano y el demócrata. Garland lo que hace es dosificar el contexto del conflicto y con ello quitarle el carácter partidario de la guerra.

El cine bélico, en general, nos muestra a los buenos y a los malos. Los que luchan por la paz y los que quieren el mal. Incluso las películas más antibélicas, como El Francotirador o Hasta el Último Hombre, se nos presenta “un bando más bueno que otro” o se nos coloca de una parte de la historia. Civil War se divorcia de esa idea y únicamente una escena nos indica maldad absoluta e incuestionable. Precisamente es la escena que al verla, más mal cuerpo pone.

Civil War se sustenta en su crudeza, sus actuaciones y su sonido. Es cada disparo un momento de detención para el corazón, lo que no solo provoca un ambiente denso de peligro, si no que convierte a la película en un toque de terror importante. Por lo demás, la historia es sumamente terrorífica porque es sumamente cercana. Se hace imposible no pensar que es lo que podría haber pasado si el asalto al Capitolio del 2021 tomaba otro rumbo.

Y es desolador ver que la acción ocurre en Estados Unidos, el símbolo de la democracia occidental. Hay un momento en el que el personaje de Kriste Dunst, que es una laureada fotógrafa de guerra, recuerda su dura experiencia en Medio Oriente o la África Subsahariana. Ambos lugares están repetidamente relacionados a la guerra, la anarquía y el descontrol institucional. Que el conflicto se traslade a las calles de Nueva York, entre sus edificios, sus cadenas de supermercado y su tan característico paisaje, no deja de ser impactante.

Una película poderosa y tenebrosa, que combina fondo y forma de manera sublime, con un detallado cuidado para provocar un dolor en el pecho asfixiante. La angustiante experiencia que deja sin palabras, en un estado de shock automático. Una fábula carente de clímax, con un final antirrítmico y desesperanzador.

Una mirada central a un conflicto lleno de posturas incorrectas, tal vez por eso la película ha sido atacada por los extremos más marcados del espectro político. Una polarización que no tiene lados correctos a la hora intercambiar balas. Tal vez la crudeza fílmica de Medio Oriente y la Segunda Guerra mundial impacta más cuando ocurre en un presente próximo y en el pasto más verde del continente.

 

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