Columna de Mauricio Morales: "La Casa de Remolienda"
- Por Meganoticias
Por Mauricio Morales, doctor en Ciencia Política, profesor titular, Universidad de Talca-Campus Santiago.
Es impresionante lo que está sucediendo con la derecha y sus representantes. El desorden es brutal y, como si lo hicieran a propósito, están hipotecando las chances de triunfo de su candidata presidencial, Evelyn Matthei. A falta de un oficialismo capaz de dar pelea en el Congreso, la derecha no encontró mejor salida que entrar en conflicto consigo misma. Es, en la práctica, un perro que ladra en exceso pero que no muerde, y cuando logra morder, se muerde así mismo o se le escapa la presa.
Todo esto quedó reflejado en la reciente elección de la mesa del Senado. Se supone que esta institución representa los acuerdos, la madurez, y la alta política. Pamplinas. Para la derecha eso no existe. Es más divertido conflictuar, dañar y hacer el ridículo que ordenar y construir. Si Matthei logra ganar la elección presidencial no será por los partidos que la respaldan, sino que “a pesar” de esos partidos.
Ir a la siguiente notaPor todo lo anterior, Matthei no tendrá más alternativa que apoyarse en quienes hoy mejor representan los territorios. Es decir, alcaldes, concejales y consejeros regionales. Es en esta dimensión que su candidatura debiese marcar distancia con el resto de la oferta de derecha.



Chile Vamos ganó 122 de las 345 alcaldías en las recientes elecciones locales de 2024. Republicanos y el Partido Social Cristiano (PSC), solo 9. Chile Vamos consiguió 839 de los 2.256 concejales, llegando a 909 si finalmente incorpora al “Centro Democrático” (Demócratas y Amarillos) a la nueva coalición. Republicanos y el PSC suman 258 concejales, que es menos de un tercio de lo que consiguió Chile Vamos. En votos, Chile Vamos y el Centro Democrático alcanzan cerca de 3.3 millones, mientras que la sumatoria de Republicanos y el PSC logra 1.8 millones. Finalmente, de los 302 CORES, Chile Vamos ganó 92 (98 si sumamos los 6 del Centro Democrático), mientras que Republicanos y el PSC se anotaron con 66 escaños.
LO ÚLTIMO¿Cómo es posible, entonces, que una candidatura presidencial sea rehén de un grupo de legisladores mediocres que buscan una figuración de momento?, ¿hasta cuándo Matthei seguirá tolerando la inoperancia de las mesas directivas de los partidos que la acompañan?, ¿qué otro espectáculo dará ese grupúsculo de diputados y senadores del sector de aquí hasta la primera vuelta?, ¿no será más honesto decir, de su parte, que no les gusta Matthei y que prefieren a otra figura del sector?
Todos estamos de acuerdo- en realidad, casi todos- que sin partidos políticos no hay democracia ni gobernabilidad. El problema de la derecha es que no se sabe comportar de manera decente, sobre todo cuando tiene la posibilidad de dirigir al país en condiciones económicas y sociales tremendamente adversas.
Llegó el momento de que esos legisladores guarden silencio y se dediquen a sus campañas por la reelección. Matthei, por tanto, debiese conformar equipos técnicos y territoriales. Estos últimos, constituidos por alcaldes, concejales y consejeros regionales. ¿Y las directivas de los partidos? No, gracias. Fuera de ser muy mal evaluados por la opinión pública, en lugar de construir puentes, se dedican a levantar obstáculos.
Son esas directivas las que debiesen imponer disciplina dentro de sus partidos, pero ya sabemos que ellos son parte del problema y no de la solución. Con esto no quiero decir que Matthei gobierne sin partidos. Eso sería suicida. Más bien, lo que sugiero es que esos partidos no molesten en la campaña y que, al menos, sean capaces de suspender sus peleas internas.
Si Matthei logra armar y motivar al poder local de su sector, poco a poco construirá esa imagen de gobernabilidad que le viene fallando producto de la casa de remolienda que es la derecha. No puede seguir gastando tiempo en explicarle a la prensa los conflictos entre Ossandón y Kast o entre quienes sea.
Es momento de nutrirse de las ideas y soluciones que los alcaldes, concejales y CORES tienen en sus manos. Son representantes recientemente electos que ya conocen los territorios. ¿Para qué hacerse mala sangre con senadores que no van a la reelección o que están más preocupados de la farándula que de hacer política?, ¿qué sentido tiene ejercer como parvularia de un grupo de indisciplinado y despreciado por la ciudadanía?, ¿para qué juntarse con los malos si los buenos están dispuestos a participar de la campaña y ganar? Esto no implica abjurar de los partidos, sino que, más bien, aprovechar sus atributos y desechar a los agentes disruptivos. Solo eso.
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