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Música negra: el huevo amniótico antes que la gallina

  • Por Matías Andújar

Estados Unidos tuvo la genial idea de traer a la fuerza hombres y mujeres desde África a trabajar como esclavos. 

Eligieron a granel, vidas de zonas muy distantes entre sí, incluso, con rivalidades ancestrales entre ellos. Para que vean: ninguna sociedad, agrupaciones naturales o pactadas de personas, pueblos o naciones, se salvan. Ni los nerds, ni los okupas, ni la monarquía, ni los poetas, ni los santísimos apóstoles.

Esto generó una mezcla cultural, lo que impidió conciencia y entendimiento común. 

Pero algo no pudieron evitar. El vector cultural africano fue irrefrenable. Su nexo, sus tradiciones y manifestaciones, la magia, la religión y, muy, pero muy fuerte, la danza y la música no podían desaparecer de sus corazones.

Como buenos esclavos, les sirvieron en bandeja, pero les sirvieron una exquisita fusión progresiva de sus propias tradiciones.

Los blancos, a disgusto pero por su propia voluntad —cual gesto de Beckett—, por la comunidad afroamericana, se han querido adjudicar los deseos y delirios de este cruce cultural. Una hoja cae y pierde el sentido, pero que personas de raza blanca se quieran pintar de negro, y a escondidas, está demasiado raro.

Era el siglo XX, el jazz y el blues chupaban más terreno y popularidad que chileno en fin de semana largo. El sello de las clases socio-económicas y lo racial eran las condiciones que definían la música de sus amados visitantes.

El blues tiene un patrón tan repetitivo, que invoca al contenido espiritual, es como un rosario, un mantra, una ofrenda, no sé, depende donde usted remoje los pies. En su melodía, en sus letras. Es expresión, es la destemplanza de los malditos gritos.

El jazz, nos trae la polirritmia y la polimetría de los tambores africanos. Pero extrapolados principalmente a los bronces. El grito sordo. Un caos donde duelen ojos y oídos. Donde la sombra se estira.

Pero como los de tes clara no querían aceptar artistas negros, tuvieron que inventar el swing en 1930. Y con él, las Big Bands.

No hay que dejar de mencionar algo. Antes que la lluvia se olvide de todo. Los blanquitos copian o asimilan muy bien. 

Inventaron el bebop en 1940, con Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Max Roach, Bud Powell y Thelonious Monk. Unos cabros sin ningún estilo, puro nombre no más. Llega Miles Davis, se aleja del bebop y toma forma el cool jazz o “West Coast Jazz” mucho menos frenético, más calmado. 

Bien rápido lo asimilan magistralmente Chet Baker y Stan Getz. Blancos curiosos. 

No se trata de dos colores como si fuese un código binario de cinco dígitos. Estamos hablando de paradigmas flexivos. Hay fechas, hay hechos y registros.

Del frenetismo al que invitaba el jazz, como el entierro del amor, entre 1940 y 1950 se desglosa el rock n’ roll. Teniendo siempre en cuenta, como precedente, los solos de guitarra del blues y la bruma del jazz.

Podemos hablar de Wynonie Harris como el primer expositor, pero se lo apropian Bill Haley y Elvis Presley. Una especie de rock negro con rockabilly. Ni hablar de Chuck Berry. Los blancos siguen queriendo ser blancos. Bueno, hay blancos que les gustaría ser negros, rubias que les gustaría ser morenas, crespas que les gustaría tener el pelo liso y altos que les gustaría ser bajos.

1960. El gospel ya era soul, y con el blues se asocian. Se dan la mano y forman el rhythm & blues. Diane Rose. Aretha Franklin. The Supremes, a quienes las hacen cantar como chicas blancas. Aquí ya comienza una “marca de color negro” a ganar mucha popularidad entre audiencias de ambas partes. Oye, el racismo en Estados Unidos fue y es cosa seria. No olvidar. 

Estos éxitos comerciales mundiales se van a Inglaterra y vuelven en la fórmula r&b+blues+pop = The Beatles. La invación británica. Larga. Larga. Todavía no termina.

Schopero en alto para muchos. A otros, les pasamos a llevar el shopero, se lo damos vuelta.

Con pasado “blusero” nace la psicodelia y comienza a perfilarse el concepto “heavy”, de un sonido más metálico y estridente. Jimi Hendrix. Apogeo en 1969. Negro.

Nace el funk en 1970 con, todos coinciden, James Brown. Negro.

Hay una revolución en las letras con Marvin Gaye. La corrupción política, el abuso de las drogas y la guerra de Vietnam.

El funk se mezcla con el soul y nace el pop. 1980. Michael Jackson, Lionel Richie, Whitney Houston, Prince. Negro, negro, negra, negro. Bueno, aquí hay uno que quería ser blanco. Ven. Y le gustaba bajarse de avión con niños de la mano. Oh, Lord, qué nos escuche el gospel cantar. ¿Por qué voy a una disquería y todavía escucho preguntar por él? Eso también es inhumano.

En los 70s ya habían comenzado a pinchar discos en las fiestas comunitarias de NY los ex esclavos. De este scratch, nace el rap, que termina en el contenido del barrio y el disgusto con la sociedad.

Muy, muy resumido porque el rap se infiltra en tu familia, en tus parejas, en tu infancia. Se instala en tu corazón subjetivo y en su visión del mundo. Fue un proceso largo, para llegar a algo muy grande. Preparémonos para asistir al ajuste de cuentas. Viene el tono revolucionario y contestatario. 

De estas bases punzantes, fuertes y muy marcadas del rap, se crea el house. Orientado completamente al sector afroamericano que había quedado con ganas de bailar después de la música disco.

Estamos en 1990. Las mezclas comienzan a interactuar con otras mezclas. Se habla del adult r&b. Los que tenían 20 años, ahora tienen 40. Usher, Brian McKnight, R. Kelly y Toni Braxton para los más cariñosos. Se habla también de neo soul con Eryka Badu. Ya es el año 2000. Ruit Hora. El tiempo corre. Hablan de «r&c». O sea, Rhythm & Club. Alejados completamente del blues, se van a la disco en plan de desborde. Rihanna. Beyoncé.

Hoy, ya todo se difumina. La música negra actual, la está denominando el alternative r&b. Que incluye hip hop, soul, folk, indie, electrónica. La última evolución a la fecha y N°1, N°1, N°1 en los rankings más importantes. 

Sigue la mano negra con la palma blanca marcando el ritmo. Las melismas. Las bases. Los bronces. El frenesí.

Se ha perdido, en algunos sectores, la marca registrada de conciencia seca y dura. Pero es algo propio de nuestros tiempos. Ineludible. El dinero marca la pauta, con espanto. La industria es el régimen totalitario. 

Los blancos arrastran el peso de esclavos musicales. Pero no oprimidos, sino seducidos.

¿Dónde está la música blanca? ¿La blanca puritanamente blanca? Yo la he visto mucho en el mall.

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Zona tres datos:
1.- Jimi Hendrix tiene una canción llamada «Voodoo Chile» y otra «Highway Chile», pero no tienen nada que ver con nuestro país, amigos. Es una aproximación fonética del inglés "child".
2.- Las fans del rap y de la corriente hip-hop quedaron locos cuando aparecieron los Rage Against The Machine. No es rap, no es metal. Daba lo mismo. ¡Es un movimiento!
3.- Cuando niña, por mucho tiempo, Beyoncé se negaba a usar vestidos. Solo quería vestirse en estricto pantalón todos los días.